|
Sofía era una chica alegre y enérgica que siempre había tenido una fe sólida en Dios. Sin embargo, un día su vida dio un giro inesperado. Su madre, su principal apoyo y confidente, fue diagnosticada con una enfermedad grave. Ella se sintió perdida y llena de dolor, y comenzó a cuestionar por qué Dios permitiría que le sucediera eso a su familia.
Los días se volvieron oscuros, y Sofía se alejó de su fe. Dejó de asistir a la iglesia y se sintió abrumada por el enojo y la tristeza. En su búsqueda de respuestas, encontró un grupo de amigos que la alejaron aún más de su fe. Comenzó a hacer elecciones poco saludables y a alejarse de los valores que había aprendido en su familia y en la iglesia.
Pero Dios, en su amor incondicional, no la abandonó. Ella finalmente tocó fondo cuando se dio cuenta de que sus elecciones la estaban llevando por un camino peligroso. Se sintió abrumada por la culpa y la vergüenza. Entonces, decidió buscar ayuda y regresar a Dios.
Sofía comenzó a asistir nuevamente a la iglesia, donde fue recibida con los brazos abiertos por su comunidad de fe. Se sumergió en las Escrituras y en la oración, buscando la fortaleza y la dirección que tanto necesitaba. Poco a poco, comenzó a sentir el amor incondicional de Dios, que nunca la había abandonado.
A medida que renovaba su relación con Dios, también comenzó a sanar sus relaciones personales. Pidió perdón a aquellos a quienes había lastimado y se esforzó por vivir de acuerdo con los valores que había aprendido en su fe.
A través del amor de Dios, podemos encontrar consuelo, perdón y un propósito en la vida. La historia de esta joven nos recuerda que, incluso en nuestros momentos más oscuros y cuando nos alejamos de Dios, él siempre está ahí, esperando para recibirnos de nuevo en su gracia.
Oración: Querido Dios, gracias por tu amor incondicional que nunca me abandona.