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La adoración es un acto sagrado y transformador que nos conecta directamente con el corazón de Dios. En Juan 4:23 y 24, Jesús nos revela el tipo de adoración que el Padre anhela: una adoración en espíritu y en verdad.
Adoración en espíritu. La adoración en espíritu va más allá de las formas externas y se sumerge en lo más profundo de nuestra relación con Dios. Implica rendir nuestro corazón, mente y espíritu al Señor, reconociendo su grandeza y majestad. Nos llama a ser auténticos delante de Dios. No hay necesidad de pretender o esconder nuestras debilidades. Podemos acudir a él tal como somos, confiando en su gracia y amor incondicional. Cuando adoramos en espíritu, experimentamos una profunda intimidad y comunión con Dios. Nos acercamos a él con reverencia y humildad, sabiendo que somos bienvenidos en su presencia.
Adoración en verdad. La adoración en verdad implica conocer a Dios a través de su Palabra y responder a él con sinceridad. No podemos adorar lo que no conocemos. Estudiar y meditar en las Escrituras nos permite comprender la grandeza y el carácter de Dios. La adoración en verdad nos desafía a abrir nuestro corazón a la verdad de Dios y a permitir que su Palabra nos transforme. Es un acto de humildad y sumisión, en el que reconocemos que él es digno de toda adoración.
Oración: Padre celestial, te doy gracias por el privilegio de adorarte en espíritu y en verdad.