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El diezmo es un principio bíblico arraigado en la enseñanza de Dios a su pueblo. En Malaquías 3:10 Dios nos invita a traer íntegro el diezmo a su casa. El diezmo no es simplemente una contribución financiera. También es un reflejo de nuestra fe y dependencia en Dios como nuestro proveedor. Cuando devolvemos el diezmo, estamos confesando que todo lo que poseemos proviene de él y que confiamos en su provisión continua.
Dios nos desafía a probarlo en esto. Él está dispuesto a demostrar su fidelidad y provisión cuando confiamos en su mandato de dar el diezmo. Al confiar en él y obedecer su Palabra, abrimos las compuertas del cielo para recibir bendiciones que sobreabundan.
El diezmo también es un acto de adoración. Cuando damos el diezmo, estamos expresando nuestra gratitud y reconocimiento por todo lo que Dios ha hecho por nosotros. Estamos adorando a Dios con nuestros recursos y declarando que él es nuestro Señor y Sustentador.
Es importante entender que el diezmo no se trata de ganar el favor de Dios. En cambio, es una respuesta de gratitud y obediencia a su amor incondicional por nosotros. Dios ya nos ha bendecido abundantemente al ofrecernos su gracia y salvación a través de Jesucristo.
El diezmo también tiene un propósito práctico en la obra de Dios en la Tierra. Ayuda a sostener el ministerio y la obra de la Iglesia, permitiendo que el evangelio sea proclamado y que las necesidades de la comunidad de fe sean atendidas.
En resumen, el diezmo es más que una obligación financiera; es un acto de adoración, confianza y obediencia a Dios. Cuando damos el diezmo, estamos participando en el plan divino para la provisión y el sostén de su obra en la Tierra. Que este acto de adoración sea una expresión continua de nuestra gratitud y confianza en el Dios que nos provee abundantemente.
Oración: Padre celestial, te agradezco por la oportunidad de participar en el acto de diezmar, como una expresión de mi fe, gratitud y obediencia a tu mandato.