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La restauración de Rubén

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"¡Vengan, volvámonos al SEÑOR! Él nos ha despedazado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará" (Oseas 6:1).

Era una mañana cálida en Texas cuando tuve la oportunidad de compartir un mensaje de esperanza en una escuela local. Después del sermón, una joven llamada Francis se me acercó. Había una vulnerabilidad en su presencia que rompía con el orgullo característico del espíritu tejano.

Con una voz temblorosa, Francis me comenzó a contar su historia. "Fui infiel a mi novio con su mejor amigo", confesó. Sus palabras estaban teñidas de remordimiento y de una profunda tristeza. La historia de Rubén, que había compartido antes, resonaba en su situación, y ella lo sabía.

Le hablé de cómo incluso Rubén, que había fallado gravemente, encontró un camino hacia el arrepentimiento y la restauración. "Dios ve más allá de nuestras faltas", le aseguré. "La gracia de Dios es suficiente para cubrir nuestros errores y darnos un nuevo comienzo".

Francis asintió. Sus ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con derramarse. "Eso es lo que necesito, un nuevo comienzo", murmuró. Le recordé que el arrepentimiento genuino es la puerta a la restauración y que, al igual que en la historia de Rubén, no hay error demasiado grande que no pueda ser perdonado.

Con el correr de las semanas, Francis trabajó arduamente para reparar las relaciones que había dañado. No fue fácil, pero su compromiso con la honestidad y la transparencia comenzó a curar las heridas del pasado. En su búsqueda de perdón, encontró también la fuerza para perdonarse a sí misma.

La última vez que supe de Francis, ella había comenzado a liderar un grupo de apoyo en su comunidad, ayudando a otros a encontrar el camino de vuelta de sus propias transgresiones. La restauración de su vida se convirtió en un testimonio vivo del poder sanador del arrepentimiento y la infinita gracia de Dios.

Cada paso que Francis tomaba en su camino hacia la restauración era un recordatorio de que, no importa cuán lejos nos desviemos, siempre hay un camino de regreso a casa, hacia el amor y la gracia que esperan con los brazos abiertos. Oración: Dios compasivo: gracias por tu gracia que supera mis faltas.

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