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En esta tierra, la muerte parece ser el final absoluto. Es el último capítulo de cada historia humana, una realidad que muchos temen o prefieren ignorar. Sin embargo, Jesús nos presenta un concepto radicalmente diferente: la vida que él ofrece trasciende la muerte física. Esta sí que es una promesa que desafía nuestras expectativas más fundamentales.
¿Qué significa realmente "la resurrección y la vida"? La resurrección no es solo un evento; es una persona. Jesús no dijo que daba vida; dijo que es la vida. En la juventud puede que pensemos que vivir significa buscar aventuras, establecer metas y soñar con el futuro. Pero Jesús nos llama a algo más profundo: una vida definida no solo por nuestros latidos, sino por nuestra fe en él.
La muerte es una transición, no un final. Creer en Jesús y seguirlo implica ni la muerte puede robarnos la vida que él nos promete. Sí, enfrentaremos el final de nuestra existencia terrenal, pero en Jesús tenemos la certeza de una vida que no se acaba cuando dejamos de respirar.
La promesa de Jesús de que "no morirá jamás" va más allá de la inmortalidad; habla de una calidad de vida que es eterna. Significa vivir con propósito, con la presencia constante de Jesús, y con la esperanza de la eternidad. Tenemos delante de nosotros la oportunidad de construir nuestra vida sobre esta promesa firme.
¿Crees esto? Esta es la pregunta que Jesús nos hace hoy. No se trata solo de un conocimiento teórico, sino de una confianza práctica y diaria en él. Creer en Jesús es permitir que sea el centro de nuestra vida, nuestras decisiones y nuestros sueños.
Piensa en cómo la promesa de Jesús de vida eterna afecta la forma en que vives hoy. ¿Cambiaría tus prioridades, tus relaciones, tu enfoque en la vida? Vivir con la certeza de la resurrección nos libera del temor a la muerte y nos invita a vivir con audacia y propósito.
Oración: Señor Jesús, ayúdame a entender la profundidad de tu promesa de ser la resurrección y la vida.