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Ana seleccionó los hilos más hermosos y coloridos que encontró. Durante días y noches, cosió una túnica para su niño. Ese abrigo era muy especial, y se esforzaba mucho también por la nostalgia que sentía.
Samuel, el hijo por el que ella había orado tanto al Señor, estaba aprendiendo la importante misión de servir a Dios, y ayudaba en los trabajos de la iglesia. Ese día de visita, Ana se despertó muy temprano, aun antes de que amaneciera, e hizo una laaarga caminata. Nada era demasiado para esa mamá amorosa.
Ella notó cuánto había crecido Samuel y que estaba aún más inteligente y amable. ¡Estaba tan agradecida por la oportunidad de tener un hijo tan bueno! Cuando le entregó el regalo, observó cómo sus ojitos brillaron de alegría. A ti también te debe gustar recibir regalos, ¿verdad? Ese regalo tenía un valor especial, porque había sido hecho por las manos habilidosas de una mamá. La túnica tenía incluso aroma de cariño de mamá. Recibir regalos es genial; pero mucho mejor es distribuir afecto.
Presta atención: no es suficiente recibir cariño, también tenemos que dar afecto a las personas. Prueba hoy hacer que alguien sonría gracias a un abrazo, una tarjetita de amistad, una fruta compartida, una caricia. Samuel, en esa tarde de despedida, abrazó muy fuerte a su mamá. Ambos estaban muy emocionados y sonreían, porque demostrar y recibir cariño hace bien a todos.
Mi oración: ¡Señor, ayúdame a ser un niño más cariñoso y amable!
Afecto: Regazo de mamá, té de manzanilla calentito, caricias en la cabeza, masajes en los pies; ser feliz en familia.