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Helen Keller estaba en el patio de su casa, pero no corría por el pasto ni descendía por el tobogán como los demás niños. era una niña con discapacidad, que no hablaba, veía ni escuchaba. Habían pasado muchos años sin que Helen fuera capaz de comunicarse... hasta ese día en el patio.
La llegada de una maestra llamada Anne Sullivan le dio a la familia esperanza de que Helen pudiera tener una mejor vida. Ese día, estaban bombeando agua. Anne puso la manito de Helen en el agua fría. Después, la maestra deletreó con lenguaje de señas en la manito de la pequeña la palabra «agua»; y puso nuevamente la mano de Helen en el agua y volvió a hacer las señas.
Helen comprendió que ese líquido tenía un nombre y que la maestra había deletreado ese nombre. ¡Cómo saltó de alegría! A partir de ese día, la niña quedó motivada por la curiosidad de descubrir el nombre de todas las cosas, los lugares, las personas y los sentimientos. La maestra la acompañó en ese aprendizaje incluso cuando ya era adulta.
Además del lenguaje en señas, Helen aprendió braille, la escritura propia de las personas ciegas, y se transformó en una gran escritora. La historia de su vida fue traducida a muchos idiomas y leída por miles de personas.
No fue fácil para ella aprender tanto, pero no desistió. Con confianza en Dios y la ayuda de su maestra pudo superar muchas dificultades.
Tú también puedes aprender a leer, a escribir, a hacer cuentas matemáticas, a pintar y a organizar tus cosas en casa. Por más complicada que sea una tarea, puedes contar con la ayuda de Dios y de tu familia.
Aprendizaje: ¡Ah, es un descubrimiento! Entender cómo hacer alguna actividad; una experiencia maravillosa de conquistar el conocimiento.
Mi oración: Señor, ayúdame a aprender cada día, y por sobre todo, a tener sabiduría y a saber expresar lo que siento.