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Mi familia y yo solíamos visitar un parque que se llamaba «Rincón de los papagayos, quedaba entre las montañas y atraía a muchos visitantes.
Allí nadábamos en un río playito que quedaba cerca de un espacio donde las familias hacían pícnics. Pero lo que más me gustaba eran las caminatas improvisadas. Subíamos las montañas con mis padres. Nosotras, las niñas, íbamos adelante, corriendo por el camino ya conocido, gritando de alegría y cantando himnos bonitos. Para mí, la montaña era inmensa. La vista desde allá arriba era bellísima.
Jugábamos con el eco:
-¡Buenos días!
-Días, días, días...
Mirábamos una montaña en particular, que se levantaba sobre nosotros.
-Parece un gigante, mira su cabeza -observaba mi hermanita.
Y realmente parecía. Nunca subimos esa montaña, porque era muy empinada; era para escaladores profesionales. Pero solo de estar allá arriba y ver esas bellezas nos sentíamos aún más cerca de Dios.
Cuán increíble es saber que un Dios tan poderoso nos cuida a los niños y a las familias.
Mi oración: Querido Dios, que mi familia pueda agradecerte por tu gigante amor todos los días.
Pónganse de acuerdo en familia para ir a algún lugar con naturaleza para
Gigante: Algo enorme; puede ser una persona o cosa, pero es realmente inmenso y todos lo notan. jugar.