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No podía explicar la sensación de aquella noche. Éramos aproximadamente 80 personas, coreutas de un ministerio. Todos estábamos entusiasmados con la presentación. Oramos para que Dios usara nuestras voces una vez más. Pedimos que los ángeles cantaran con nosotros. La iglesia estaba llena.
Cuando comenzamos a alabar, tuve esa sensación de inmensa alegría, mayor que todo lo que ya sentí. Las personas cantaban con felicidad y harmonía musical; sentía el equilibrio de la letra, de la melodía. Esa combinación creó un ambiente celestial. Sí, los ángeles cantaron con nosotros, porque fue una armonía tan hermosa esa noche que nunca había escuchado en los ensayos del coro.
Cantamos un himno que me trajo una inmensa paz. La canción decía: «Oh, cuán hermoso es ese nombre... ¡el nombre de Jesús!». Niños, jóvenes, ancianos, coreutas y miembros de la iglesia llenaron el ambiente alabando el nombre de Dios. Estoy segura de que esa armonía quedará grabada en nuestra memoria por años y años.
Mi oración: Querido Dios, ¡qué lindo será participar de la armonía del Cielo!
Canta con tu familia uno de sus himnos preferidos y piensa en la letra de esa canción durante todo el día.
Armonía: Combinación que funciona, como la letra y la melodía de ese himno que te encanta.