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Hace algunos años visité a un amigo médico. Su casa era bien colorida y divertida; un hogar diferente a cualquier otro que hubiera visto. En los rincones de cada habitación había libros en varios idiomas, alfombras y objetos decorativos de países lejanos; recuerdos de los lugares que la familia había visitado llenaban la casa.
En un cuadro se veía un mapamundi, una representación del planeta Tierra, con marcas coloridas de los países que habían conocido. ¡Y eran muchos! Marcar los lugares que visitaban era un juego para la familia. Mi amigo me contó algunas de sus aventuras, de las comidas que degustaron y las bellezas naturales que contemplaron, y de las personas que conocieron.
Nada en el mundo es más importante que la humanidad. Jesús vino a este mundo, que posee una belleza increíble y culturas tan variadas, para salvar a las personas. ¡Qué amor increíble! ¡Cuán preciosos somos para Dios!
Yo no tuve la oportunidad de viajar por el mundo como mi amigo médico, que trabajó ayudando a personas con sus conocimientos de salud, pero me siento feliz por saber que Jesús me ama mucho, así como ama a los niños y los adultos de Japón, Canadá, Sudáfrica, Portugal y, en fin, de cientos y cientos de países de todo el mundo.
Podemos iluminar los caminos por donde pasamos hablando de Jesús a las personas.
Mi oración: Querido Dios, gracias por amar a las personas del mundo entero.
Planeta, el territorio que pisamos; también puede referirse a las personas que habitan aquí.