|
Al regresar de la escuela escuchamos un «pío-pío» muy suave. Inmediatamente, dejamos de caminar y miramos a nuestro alrededor. Al rastrear ese pedido de socorro encontramos a Rafa. Bueno, él no se llamaba Rafa, pero ese fue el nombre que le dimos al pajarito que encontramos ese día con un ala quebrada.
Allí arriba, en el árbol más alto de aquel camino, estaba su nido. -¿Y ahora cómo haremos para colocarlo de nuevo en el nido? -preguntó mi hermana menor, a punto de llorar.
Yo solo tenía once años, pero era la hermana mayor y me sentí responsable por la situación.
-¡Vamos a casa!
Coloqué al desesperado pajarito en mi mochila y seguimos caminando, mientras él continuaba con su pío-pío.
Cuidamos a Rafa por varias semanas, hasta que su ala se recuperó y pudo volar. Yo recuerdo ese día con un poco de alegría y un poco de tristeza. Después de todo, él podría regresar con su familia, pero se separaría de nosotros.
Yo no sé si Rafa pudo regresar a su nido, pero sé que nosotros regresaremos a nuestro hogar, nuestro verdadero hogar. Jesús prometió que nos está preparando un lugar. Allí no habrá llanto, ni dolor; ni para los pajaritos, ni para los niños. ¿Quieres ir a casa?
Mi oración: Querido Dios, te agradezco por estar preparándonos un hogar en el cielo.
Nido: Hogar de los pajaritos, donde están protegidos.