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Hay días buenos y también días que no son tan buenos. Ayer estábamos paseando en el parque. Los niños saltaban de felicidad. El clima seco nos motivó a hacer una pausa para tomar agua de coco. Todo iba bien y ya estábamos en la última vuelta alrededor del parque, cerca del automóvil, cuando Gabriel se tropezó y terminó en el suelo. Se lastimó las rodillas y piernas, y hasta comenzó a sangrar. Sintió dolor y se largó a llorar. Una tarde tan bonita perdió su encanto.
Hoy amaneció menos feliz que de costumbre, más quieto y todavía con vendas en las rodillas.
-Mamá, estoy triste por ayer...
Hay momentos en la vida que un abrazo nos consuela mejor que las palabras, ¿no es así? Rápidamente, sentí que su alegría fue regresando... Y luego me dijo que quería regresar al parque, para una caminata más tranquila. Estar triste solo haría que hoy también fuera triste, y Gabriel se dio cuenta de que, incluso con moretones en la rodilla, podía jugar.
Las heridas cicatrizarán. Dios hace todo perfecto y el dolor va a pasar con el tiempo. Cada mañana comienza un día nuevo. ¡Que hoy sea un día muy feliz!
Mi oración: Padre que estás en el cielo, ¡te agradezco por el día de hoy!
¿Por qué no repartes algunos fuertes abrazos en tu familia o entre amigos?
Ayer: El día anterior al que estamos viviendo; un pasado que ya no podemos cambiar, con juegos, alegrías y tristezas que pasaron.