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Amán era ministro del rey de Persia. Eran también un hombre orgulloso y malvado. Disfrutaba de tener una sensación de poder cuando las personas se arrodillaban ante él; hasta había un decreto real que mandaba que todos hicieron eso.
Y todos en el palacio lo hacían... menos Mardoqueo. Él tenía fe en el Dios verdadero. Era judío y adoraba al Señor; por eso no hacía reverencias a Amán.
El ministro se enfureció por esta actitud. Estaba tan enojado que ideó un plan no solo para destruir a Mardoqueo, ¡sino también a toda su familia y a su pueblo!
El orgullo de Amán nos revela que debemos aprender con humildad, no con vanidad. ¿Y cómo termina esa historia? Pídele a alguien de tu familia que te cuenta esa historia. Se encuentra en la Biblia, en el libro de Ester.
Mi oración: Padre que estás en el Cielo, ayúdame a ser un niño humilde.
En familia, anota en tiras de papel recordatorios con versículos bíblicos que hablen sobre la humildad. Esparce esos consejos por toda la casa.
Orgullo: Sentimiento de vanidad; creerse mejor que las demás personas.