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Calcular el costo

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«Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla?». Lucas 14:28, NVI

LAS PALABRAS DE NUESTRO TEXTO para hoy las habló el Señor Jesús cuando alertó a las multitudes en torno al costo de seguirle a él: «El que no carga su cruz -les dijo claramente, y me sigue, no puede ser mi discípulo» (Luc, 14:27).

Con su característico estilo de explicar de manera sencilla las grandes verdades del plan de la salvación, Jesús ilustró lo que quería decir: ¿Qué persona sensata se involucra en un proyecto de construcción sin antes calcular cuánto le va a costar la edificación? ¿Qué rey, en su sano juicio, sale a la guerra a enfrentar con un ejército de diez mil al que viene contra él con veinte mil?

La alusión es, sin duda, a que no basta con que simplemente seamos sus seguidores; el Señor Jesús quiere que seamos sus discípulos; y que, como tales, estemos dispuestos a «pagar el costo» del discipulado. ¿Cuál es ese costo? Entregarlo todo, sin reservar nada: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (vers. 33).

El Comentario bíblico adventista resume muy bien lo que significan estas palabras del Señor: «Ser discípulo de Cristo equivale a renunciar completa y permanentemente a las ambiciones personales y a los intereses mundanos». Y luego añade esta declaración contundente: «El que no está dispuesto a recorrer todo el camino, ni aun debiera comenzar».* En otras palabras, el verdadero discípulo calcula bien el costo y, con el poder del Espíritu Santo, ¡hace una entrega total cada día! Para él, para ella, Cristo es lo primero y lo mejor; todo lo demás es secundario.

¿No está pidiendo Dios demasiado cuando habla de renunciar a todo por amor a él? No, al menos por tres importantes razones. Por un lado, recordemos que el Señor nunca nos pedirá renunciar a algo que sea para nuestro bien. Por el otro, jamás perdamos de vista que el que comenzó en nosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). Cuando nos pide que llevemos nuestra cruz, recordemos que él la llevará con nosotros hasta el final. ¡Nuestra cruz es también su cruz! Finalmente, si el llamado de Jesús consiste en renunciar a todo por amor a él, ¿no fue eso exactamente lo que él hizo en la cruz, por amor a ti y a mí?

Señor Jesús, al pensar en lo mucho que sufriste, a pesar de ser inocente, con tal de salvarme; con gozo acepto llevar tu cruz. ¡Pero, por favor, ayúdame a cargarla a lo largo de todo el camino! ¡Por nada del mundo te quiero fallar!

* Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 792.

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