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El mayor de los milagros

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«¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? iNo se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y eso eran algunos de ustedes». 1 Corintios 6:9-11, NVI

NUESTRO TEXTO DE HOY no pareciera ser muy apropiado para comenzar el día. En solo cuatro líneas hay suficiente maldad como para erigir un Salón de la Fama (o, más bien, un «Salón de la Infamia»), con sede en la antigua ciudad de Corinto.

La ciudad de Corinto era tan pervertida que su estilo de vida llegó a ser fuente de «inspiración» para toda suerte de sobrenombres. Así, por ejemplo, se llamaba «muchacha corintia» a una mujer de mala vida; y «corintio», a un libertino, o a un borracho.* En esa misma línea, «corintianizar» era lo mismo que llevar una vida depravada.

Su grado de perversión llegó a tal extremo, que unas mil prostitutas ejercían su oficio en el templo dedicado a la diosa Afrodita. Esas «sacerdotisas», atraían a millares de turistas, con lo cual aumentaba la riqueza de la ciudad y, además, su grado de corrupción. Como lo diría Paul W. Marsh, « perversión sexual en nombre de la religión». **

Pero entonces ocurre lo increíble. A la libertina Corinto llega el apóstol Pablo y, durante unos 18 meses, se entrega «por entero a la predicación de la palabra», testificando que Jesús era el Cristo (Hech. 18:5, 11). ¿Cuál fue el resultado de sus esfuerzos? Dice la Escritura que «muchos de los corintios al oír, creían y eran bautizados» (vers. 8). ¡Al final se estableció una iglesia cristiana en el mismo trono de la depravación moral!

¿Puede haber un milagro mayor que este? Lo que ocurrió en Corinto fue que hombres y mujeres que estaban muertos a las cosas espirituales nacieron a una nueva vida por el poder que Cristo tiene para salvar. En otras palabras, ¡cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia de Dios! ¿No es esto grandioso?

La gran noticia de Dios hoy es que ya no somos lo que antes éramos. ¿Por qué? Porque ya hemos sido justificados «en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Cor. 6: 11, NVI). Y el mayor de los milagros es que, no importa lo que tú hayas sido, Dios te puede cambiar en este instante: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» (2 Cor. 5:17).

¡Alabado sea Dios!

Gracias, Señor Jesús, porque hoy no soy lo que era. El pasado ha quedado atrás, tu sangre me ha perdonado, ¡mi nueva vida es una realidad!

*A. Lockward, Nuevo diccionario bíblico, Editorial Unilit, 2003, p. 250. **Paul W. Marsh, New International Bible Commentary, Zondervan, 1979, p. 1347

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