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Firmes en la libertad

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"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gal. 5:1).

Hace poco vi un video en el que 27 leones, rescatados de diferentes circos en Sudamérica, eran liberados en un santuario para animales en Sudáfrica. Cuando los cuidadores abrieron las jaulas en las que los habían transportado, me sorprendió notar que muchos de los leones dudaban en salir. Llevó un tiempo que estos majestuosos y exhaustos felinos avanzaran, dejando el pasado atrás. ¡No somos muy diferentes de estos leones! Todas tenemos la tendencia inicial a quedarnos con lo conocido y familiar, por esclavizante que sea, en lugar de avanzar hacia nuestra libertad. El pueblo de Israel añoraba el pescado, los pepinos y las cebollas de Egipto (Núm. 11:4-6). Los gálatas, luego de haber recibido el evangelio por fe, extrañaban el legalismo (Gál. 5:1-13). Aunque la libertad de una nueva vida esté delante de nosotras, tenderemos a mirar hacia atrás, como la esposa de Lot (Gén. 19:26).

Miramos hacia atrás cuando nos reprochamos continuamente errores del pasado, cuando nos preguntamos una y otra vez: ¿Qué hubiera sucedido si...? Cuando le permitimos a nuestra imaginación obsesionarse con una decisión tomada, que es irreversible, en lugar de usar nuestra capacidad mental para enfrentar el presente. En su libro Vivir en libertad, Eleonor van Haaften escribe: "Si una y otra vez se le da vueltas al mismo pensamiento de qué hubiese ocurrido si se hubiera hecho esto de otra forma, aumentará entonces el sentimiento de insatisfacción y llevará a una intranquilidad interna”. El autorreproche es una jaula que nos impide disfrutar de la libertad que Cristo nos ofrece. Pero la puerta está abierta; solo debes animarte a salir, atreverte a perdonarte.

Reflexionar acerca del pasado y aprender lecciones es importante; torturarnos por lo que ya no podemos cambiar, no. Por eso, te invito a que traigas a la memoria uno de esos autorreproches que te persiguen, Imagínate como una leona dentro de la jaula. Ahora mira atentamente y nota que la puerta está abierta. ¡Dios no te condena! Ten coraje, asoma tu cabeza y huele el aire cargado de fragancias de la sabana. ¡Perdónate! ¡Sal! ¡Avanza firme en tu libertad!

Señor, al enemigo le gusta arrinconarme. Le divierte que me quede encarcelada y paralizada por pensamientos negativos y reproches. Pero tú enviaste a tu Hijo, no solo para librarme del pecado, sino también de los reproches y del sentimiento de culpa. Hoy acepto la libertad que me ofreces y me perdono a mí misma. ¡Ayúdame a caminar firme en esta libertad!

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