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La libertad es un país extranjero

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"Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud” (Gal. 5:1, LBLA).

La libertad es como un país extranjero: tienen diferentes costumbres allá. Una de Balas primeras veces que viajé al exterior, visité la hermosa y cosmopolita ciudad de Vancouver, en Canadá. Un día, después de mis clases de inglés en el instituto de idiomas, decidí salir a caminar. Llegué a una esquina, con un semáforo, y me paré a esperar. Esperé y esperé, pero la luz seguía roja. De pronto, apareció un muchacho canadiense, que se acercó al semáforo y presionó un diminuto botón en el poste, apenas perceptible. La luz inmediatamente cambió a verde. Crucé la calle riéndome; ¡podría haberme pasado la tarde entera esperando!

Después de sacar al pueblo de Israel de Egipto, Dios comenzó el proceso de deconstrucción y reconstrucción de su identidad colectiva. Aunque los israelitas eran libres a nivel físico, aún tenían una mentalidad esclava. Los efectos de más de cuatrocientos años de historia no desaparecieron instantáneamente al cruzar el Mar Rojo.

Añorando lo que solían comer cuando eran esclavos, los israelitas se quejaban: "Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Núm. 11:5, LBLA). Más allá de que estuvieran cansados de comer maná todos los días, el hecho de que dijeran que la comida de Egipto era “gratis” es muy significativo: esa comida era un mínimo sustento, dado por sus amos, con el único propósito de seguir explotando su mano de obra esclava. ¡Cada esclavo pagaba con su vida, con su sudor y con su libertad!

Cuando Jesús nos libera, pasamos por el mismo proceso de deconstrucción y reconstrucción. La libertad se siente incómoda y extraña, como un país extranjero donde no entendemos las reglas ni el idioma. Por eso nos tienta volver atrás, porque al menos la esclavitud es familiar. ¡Pero Dios nos ama demasiado como para permitir esto! Dios nos llama a conquistar terreno espiritual y emocional; a permanecer libres. Nos llama a recibir nuestra identidad de hijas, no de esclavas.

Señor, quiero aprender a ser libre. Con pasos valientes, por pequeños e imperfectos que sean, quiero marcar una trayectoria de fe. Hacia adelante y hacia arriba, quiero avanzar y nunca volver atrás. Gracias por guiarme de la mano a cada paso, con paciencia y fidelidad.

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