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Fe de pies mojados

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"Era la temporada de la cosecha, y el Jordán desbordaba su cauce. Pero en cuanto los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron el agua a la orilla del río, el agua que venía de río arriba dejó de fluir y comenzó a amontonarse a una gran distancia de allí” (Jos. 3:15, 16, NTV).

Existen dos tipos de fe: la de pies secos y la de pies mojados. A veces, Dios nos guía hacia el Mar Rojo, con un ejército enemigo que nos pisa los talones. Entonces, frente a nuestros ojos asombrados, Dios abre el mar y cruzamos por tierra seca. Esta es la fe de pies secos: Dios abre un camino, de forma milagrosa, antes de que nos mojemos.

Otras veces, sin embargo, Dios espera de nosotras una fe de pies mojados. Cuando ya hemos caminado con él durante un tiempo, Dios nos puede guiar al río Jordán. Él nos dice claramente que avancemos, ¡pero el río está salido de cauce! En ocasiones como estas, el río no se abre sino hasta que nuestros pies tocan el agua: esta es la fe de pies mojados.

Si nos negamos a creer y avanzar hasta que toda incertidumbre desaparezca, nunca experimentaremos este tipo de fe. La fe de pies mojados requiere abandono y coraje emocional. En What Happens When Women Walk in Faith [Qué sucede cuando las mujeres caminan en la fe], la autora Lysa Terkeurst se pregunta: “¿Soy la clase de líder que necesita ver la tierra seca primero, o estoy dispuesta a mojarme y ensuciarme un poco, a avanzar hacia lo desconocido y confiar en él?" Y tú, ¿qué clase de fe quieres tener?

Estoy convencida de que Dios nos da oportunidades para crecer en la fe. Generalmente, leemos el relato de Pedro, que baja de la barca y camina hacia Jesús sobre las aguas, como un fracaso (Mat. 14:22,33). Es cierto que Pedro dudó y comenzó a hundirse; sin embargo, también es cierto que Pedro se arriesgó y se mojó más que los pies. En el proceso, Pedro aprendió una lección valiosa: que Jesús no nos abandona cuando nuestra fe flaquea.

No sé cuál es tu barca o tu orilla hoy, pero te invito a creer y a avanzar. La fe de pies mojados no es presunción, es confianza. Es creer que cuando Dios te llama, también abrirá caminos inesperados; en el desierto y aun sobre el mar.

Señor, hoy quiero bajarme de la barca de la certidumbre y lo conocido. Quiero, por fe, abrirme paso hacia un territorio inexplorado y conquistarlo para tu reino. Dame una fe de piesmojados y un coraje santo. Amén.

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