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El gusto es mío

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"Este es el día que hizo el Señor, nos gozaremos y alegraremos en él” (Sal. 118:24).

Una de mis palabras preferidas es “gusto”. Esta pequeña palabrita se escribe y pronuncia igual en castellano y en inglés, pero tiene un significado diferente en cada lengua. En castellano, decimos que la comida tiene buen gusto cuando es sabrosa y la disfrutamos. En inglés, gusto se usa para describir el entusiasmo y placer que una persona siente al participar de una actividad, por ejemplo: cantar.

Desde que aprendí el significado de la palabra gusto en inglés, me parece que vivir con gusto es como comer algo delicioso. Es saborear la vida, deleitarse en cada experiencia que nos toca vivir con alegría y con energía. Para vivir así, necesitamos gratitud. Necesitamos aprender a prestar atención a la miríada de milagros que nos rodean y que a menudo pasamos por alto.

Por ejemplo, hace poco aprendí que cada mujer nace con la cantidad de óvulos que tendrá a lo largo de toda su vida, ya que los ovarios no producen nuevos óvulos después del nacimiento. Esto quiere decir que ¡el óvulo que me formó a mí estaba dentro de mi mamá cuando mi abuela estaba embarazada! Toma un minuto para saborear este pensamiento. Es como las muñecas rusas matrioshka: va una dentro de la otra, dentro de la otra... Desde las nueve semanas de gestación, el feto femenino comienza a “fabricar” óvulos. Así que hay una muy pequeña parte de mí que estaba dentro de mi mamá y dentro de mi abuela, muchísimo antes de que yo naciera.

Cuando me detengo a pensar en este milagro, le agradezco a Dios por hacerme maravillosamente compleja, y porque es un Artista insuperable (Sal. 139:14). Pero cuando no me detengo a observar la belleza, soy como quien traga una comida sin masticar; como quien anda apurado, se quema la lengua con la sopa y ya no puede degustar nada.

Quiero saborear el día de hoy, disfrutar del sol que entra por la ventana, del perro en la parada del autobús, de la charla con compañeros del trabajo a la hora del almuerzo, y aun de quitarme los zapatos al volver a casa. No me quiero perder ni un solo milagro, ni un solo sabor que Dios me regala. Hoy elijo la gratitud.

Querido Jesús, muchas veces estoy tan apurada que no noto la belleza que me rodea. Pero hoy quiero volver a la curiosidad de la infancia. Quiero abrir los ojos grandotes y llenarme de asombro. Quiero leer la historia escrita en las nervaduras de las hojas y en las arrugas de las manos. Quiero llenarme de gratitud a cada paso en este día que tú me das.

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