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Vulnerabilidad Estratégica

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“Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma” (Mat. 11:29, NTV).

Hace unos días, un conocido publicó en las redes sociales uno de esos comentarios victimistas, diseñados para cosechar simpatía. Pensé en ignorar el comentario, pero finalmente decidí enviarle un mensaje privado. Quería asegurarme de que se encontraba bien, pero sin jugar el juego de las redes sociales. Creo que no todo es, ni debería ser, público. La cultura en la que vivimos valora la autenticidad; sin embargo, hay una gran diferencia entre la vulnerabilidad y la sobreexposición.

La sobreexposición no busca una conexión real con los demás (lo cual demanda tiempo y esfuerzo), sino solo atención. La sobreexposición no es verdadera vulnerabilidad, sino manipulación; es un atajo, un chantaje emocional. En su disertación “El poder de la vulnerabilidad”, la investigadora y escritora estadounidense Brené Brown lo explica de esta manera: “Usar la vulnerabilidad no es lo mismo que ser vulnerable; es lo opuesto: es una armadura”.

La autenticidad es un acto de integridad emocional. Si eres auténtica, lo serás dentro y fuera de las redes sociales, te mire quien te mire y te ignore quien te ignore. Lo opuesto a la verdadera autenticidad, según la autora y predicadora estadounidense Sharon Miller, es la vulnerabilidad estratégica. Es decir, cuando elegimos qué aspectos de nuestra vida vamos a compartir, para parecer más humildes e interesantes. Por ejemplo, publicamos una foto en las redes y decimos que en la toma no usamos maquillaje ni filtros, para que la gente admire nuestra autenticidad. “Tanto dentro como fuera de la iglesia, hemos transformado la autenticidad en un producto, lo que tiene el irónico efecto de volver a nuestra autenticidad inauténtica”, menciona en Nice [Agradable]. Lejos de ser un producto, la autenticidad es un fruto. Es un fruto que crecerá progresivamente, mientras nos mantengamos conectadas a la Vid.

Quiero aclarar que el problema no son las redes sociales o los teléfonos celulares, sino nuestra tendencia a desconectarnos de Jesús y a crear productos en lugar de dar frutos. Sin él, la sobreexposición y la vulnerabilidad estratégica nos resultan más sencillas, menos arriesgadas. Sin embargo, Jesús nos invita a vivir mejor, a aprender de él, que es humilde y tierno de corazón.

Jesús, quiero aprender de ti. Quiero vivir con madurez e integridad emocional.  Enséñame a ser humilde y tierna de corazón.

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