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Nuestro Escudo

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La palabra del Señor vino a Abraham en una visión. Le dijo: «No temas, Abraham. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande» (Génesis 15: 1).

ESE JOVEN PERTENECÍA A UNA IGLESIA que había enfrentado un problema doctrinal grave, y cuando me invitó a participar en Facebook sobre temas doctrinales, acepté con gusto porque creí que mi aporte podría ayudar a los disidentes. El tema era si nuestra iglesia seguía las doctrinas de los pioneros o si en algún momento de nuestra historia nos habíamos apartado de sus ideas. Allí se transcribieron citas de algunos de algunos pioneros que se mostraban conceptos diferentes a los que tenemos los adventistas de hoy sobre la doctrina de un Dios trinitario.

Como el diálogo se prestaba, escribí: «Personalmente no creo que sea un tema de debate, ya que nuestra fe no debe asentarse sobre lo que creyó José Bates, Jaime White o algún otro. Todas nuestras creencias y doctrinas tienen que descansar sobre las Escrituras y no sobre la opinión de otros, así sea de los pioneros. Para que el debate sea edificante, debiéramos plantear: la doctrina de la Trinidad, ¿es bíblica?». Mi comentario rápidamente fue borrado del grupo y solo quedaron aquellos que apoyaban la controversia.

Vale destacar que todas las doctrinas adventistas, en su tiempo de formación tuvieron alteraciones y cambios. A medida que los pioneros se sumergían en el estudio bíblico profundo, oraban, disentían, escuchaban opiniones y finalmente redactaban su creencia con base en las Escrituras. Nunca la luz del evangelio llegó en un instante en su plenitud. La luz llega al corazón y a la mente de forma gradual. Los pioneros aceptaron en un principio ideas que luego rechazaron porque la evidencia bíblica era abrumadoramente contraria. La creencia en un Dios Triuno es bíblica, más allá de quienes la acepten o la rechacen.

Ahora, por tu seguridad espiritual, debo preguntarte: tu fe, ¿se asienta sobre lo que otros creen, o se sostiene en las Escrituras? Elena G. White nos aconseja: «La Biblia y solo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonía. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible [...] Levantemos el estandarte en el cual diga: la Biblia, nuestra norma de fe y disciplina» (Mensajes Selectos, t. 1, p. 487).

Así como Dios fue el escudo para el patriarca Abraham, las Sagradas Escrituras serán nuestro escudo y defensa contra los ataques del error. No te permitas dejar tu fe en manos humanas. Deja que la Biblia hable a tu corazón.

Ejemplos y enseñanzas de los patriarcas.

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