Regresar

Hombres de éxito

Play/Pause Stop
A José le dijo: «Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan inteligente y sabio como tú» (Génesis 41:39).

CONOCÍ A LUIS DE NIÑO y disfrutaba mucho jugar con él porque siempre tenía juguetes novedosos. Sus padres intentaron que estudiara guitarra y dibujo y siempre procuraron darle la mejor educación. Nunca terminó los estudios. A los 18 años, contrajo matrimonio y antes del año se separó por las reiteradas infidelidades de su esposa.

En el área laboral nunca progresó. Sin estudios y con pocos deseos de progreso era despedido de sus empleos, para luego iniciar nuevamente la búsqueda y prometerse cambiar. Después de los veinte años comenzó a consumir drogas y como la mujer que tuvo a su lado lo permitía, nunca se esforzó por abandonarlas.

Antes de llegar a los treinta años, fue a una farmacia y compró medicamentos antigripales, sin saber que la mezcla de esos medicamentos con las drogas de su adicción pondría fin a su vida.

¡Qué gran contraste la vida de Luis con la de José! Siendo un adolescente fue separado de su casa paterna y vendido como esclavo. Fue a vivir en tierras donde imperaba la idolatría, pero, aun así, José se propuso en su corazón amar y servir a Dios por encima de las circunstancias que le tocaran vivir. Como esclavo realizó tan bien su labor que llegó a ser mayordomo. Por una calumnia en su contra terminó en la cárcel, pero Dios intervino en su vida, y al descifrar los sueños de Faraón fue designado Gobernador de Egipto. ¡Siendo todavía un joven de 30 años José alcanzó el éxito! Como si todo esto fuera poco, se reencontró con su familia paterna, se casó, tuvo hijos y su vida figura en la Biblia como un gigante de la fe.

Al inicio del día de hoy pregunté: ¿Qué determina el éxito o el fracaso de una persona? «Cada joven determina la historia de su vida por los pensamientos y sentimientos acariciados en sus primeros años. Los hábitos correctos, virtuosos y viriles, formados en la juventud, se convertirán en parte del carácter y, por regla general, señalarán el curso del individuo por toda la vida. Los jóvenes pueden convertirse en depravados o virtuosos a elección propia. Tanto pueden llegar a distinguirse por hechos dignos y nobles como por grandes crímenes y maldad» (Elena G. White, Conducción del niño, p. 181).

¡Qué responsabilidad tenemos los adultos con los adolescentes y jóvenes! Nuestras palabras, nuestro ejemplo y nuestras oraciones deben influenciarlos para que sus propias elecciones los eleven hacia Dios y hacia el éxito.

Ejemplos y enseñanzas de los patriarcas.

Matutina para Android