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ELDA ERA UNA MUJER QUE GOZABA de una excelente posición económica, pero su salud se veía deteriorada debido a graves problemas en su columna vertebral. No era adventista, pero estaba sumamente agradecida porque en dos ocasiones yo, como pastor adventista, había asistido a su hogar para orar por su salud. Para agasajarnos, nos invitó junto a mi esposa para un almuerzo, y telefónicamente me preguntó: «Pastor, ¿le gustan las comidas agridulces?». Como le dije que en general me gustaban todas las comidas, me comentó: «Voy a hacer tallarines con una salsa que contiene rodajas de ananá y ciruelas. Espero que le guste».
Automáticamente pensé que esa comida no me iba a gustar. Aun así asistimos y el día del almuerzo llegamos a su hogar y vimos una mesa prolijamente arreglada, con numerosos cubiertos, platos y copas para cada invitado, todo sobre un precioso mantel que hacía juego con las servilletas. Luego de la oración, me sirvieron ensaladas de todo tipo y comí más de lo que acostumbro, ya que deseaba quedar satisfecho solo con ellas. ¡Qué error cometí! Cuando me sirvieron los tallarines con la salsa, me arrepentí de haber comido ensaladas, ya que el plato principal estaba sumamente delicioso. Sin exagerar, fue una de las comidas más ricas que probé en mi vida.
Si bien el juicio erróneo en el gusto de un alimento es algo trivial, el juicio con nuestros semejantes no lo es. Muchas personas sacan conclusiones apresuradas sobre otras sin llegar a conocerlas en profundidad y hablan de ellas despectivamente sin tener bases sólidas. Así como yo prejuzgué que una comida no sería de mi agrado, también hay quienes juzgan de antemano sobre cómo será la relación con alguien, sin haberlo tratado. Ejecutar esa clase de juicio con nuestro prójimo, daña las relaciones sin justificativo.
Salomón había recibido «sabiduría para impartir justicia» y todos aquellos que amamos a Cristo como nuestro Salvador, debemos reclamar la misma sabiduría para no errar en el trato con nuestros semejantes. El evangelio es llevado por palabra y por testimonio, y para que el testimonio sea efectivo, es necesario tener un buen trato con aquellos que nos rodean.
Apresurarnos a juzgar a otros y conducir nuestra relación sobre esas conclusiones, no solo demostrará falta de sabiduría, sino también nuestra fe será menospreciada. El Dios que dotó a Salomón con una inteligencia extraordinaria, nos dará lo necesario para que nuestra fe sea exaltada al relacionarnos con los demás.
Ejemplos y enseñanzas de los reyes.