|
DAVID HABÍA EXTENDIDO SUS DOMINIOS como rey y en todas las guerras solo había conocido la victoria. Atrás habían quedado los años de persecución que lo llevaron a abandonar su casa paterna, su esposa y amigos para salvar su vida. Así como Dios lo había prometido por boca de Samuel, David era rey y pastor de todos los israelitas.
Una vez que su trono quedó establecido, David recordó con nostalgia el amor de su amigo Jonatán. El rey recordaba el juramento que se hicieron mientras eran jóvenes: «El Señor es nuestro testigo, y lo será de nuestros descendientes, para siempre» (1 Sam. 20:42). David consideró que había llegado el momento de cumplir su promesa y preguntó: «¿Queda todavía alguno de los descendientes de Saúl?» (2 Sam. 9: 1).
Mefi-boset, un hijo paralítico de Jonatán, era la respuesta a la pregunta de David. Cuando compareció ante el rey llegó con temor, pensando que David se vengaría con él por el trato injusto que había recibido de mano de Saúl. Sin embargo, se encontró con un rey misericordioso, que lo trató como a un hijo, pues: «Mefi-boset comería con él, como si fuera uno de sus hijos» (vers. 11). Además de comer en la mesa del Rey, Mefi-boset recibió los siervos y todas las tierras que habían sido de Saúl.
¡Cuánto amor demostró David como rey al exaltar la descendencia de Jonatán! Su amor no se fundamentaba en la emoción o en la situación que le tocara vivir, sino que estaba fundado en el Dios que había conocido mientras cuidaba el rebaño de su padre.
«El amor que tiene verdadero fundamento no se puede sostener tan solo con los sentimientos. Apoyarse en las emociones es vivir en la inestabilidad de las circunstancias o de la bioquímica. Aunque está bastante generalizada la idea de que el amor es única y exclusivamente sensación, hemos de superar ese estado instintivo, que nos limita y aliena, para poder comprender la grandeza del concepto» (Víctor Armenteros, Amor se escribe sin H, p. 34). David había comprendido la grandeza del concepto porque había aprendido del amor de Dios.
Nuestro Padre nos anima para que aprendamos a amar como David. Ese amor inmaculado e infinito está retratado en las Escrituras para que nosotros le demos cabida en nuestro corazón. Al hacer tu oración, pídele al Padre que su amor se manifieste en ti a lo largo de este día.
Ejeplos y enseñanzas de los reyes.