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Un rey que dará libertad

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Yo, el Señor, digo así a Ciro, mi ungido, al cual tomé de la mano derecha para que las naciones se sometan a su paso y los reyes huyan en desbandada, para que las ciudades le abran sus puertas y no las vuelvan a cerrar (Isaías 45: 1).

APROXIMADAMENTE POR EL AÑO 712 a. C., el profeta Isaías predijo que Ciro, el gran rey persa, sería ungido y guiado por Dios. Cuando los israelitas fueron llevados cautivos por los caldeos, esperaron con ansias el cumplimiento de las profecías que hablaban de su liberación. Es verdad que las palabras de Isaías no parecían reales, debido al poderío militar y a la gran muralla que rodeaba a Babilonia.

Pero 170 años más tarde de la predicción de Isaías, Ciro, al frente de un poderoso ejército, entró en Babilonia, esa gran metrópoli que parecía inconquistable. «En la inesperada entrada del ejército del conquistador persa al corazón de la capital babilónica, por el cauce del río cuyas aguas habían sido desviadas y por las puertas interiores que con negligente seguridad habían sido dejadas abiertas y sin protección, los judíos tuvieron abundantes evidencias del cumplimiento literal de la profecía de Isaías concerniente al derrocamiento de sus opresores» (Elena G. White, Profetas y reyes, p. 404).

Hace más de 170 años, los adventistas estamos esperando el cumplimiento literal del regreso de Jesús. Al ver cuán corrompida está la sociedad mundial, el aumento de la delincuencia y los robos, el poco valor que tiene la vida humana, el sorprendente aumento del libertinaje sexual, el aumento de las riquezas de unos pocos y el empobrecimiento de multitudes, la corrupción de líderes y gobernantes, las catástrofes naturales que azotan sin piedad en distintas partes del planeta y el clima reinante de despreocupación, vemos que la segunda venida de Cristo está a las puertas.

Jesús, como poderoso rey, vendrá al frente de los ejércitos celestiales, y cual victorioso conquistador, irrumpirá en la historia de este mundo para terminar con el diablo, el pecado y sus consecuencias. Así como los israelitas vieron en Ciro al general que pondría fin a su esclavitud, los adventistas vemos en Jesús al gran rey que nos libertará de la servidumbre pecaminosa para siempre.

Pero aunque todavía falta un poco de tiempo, Jesús, nuestro poderoso Rey, nos invita a que no perdamos la esperanza ni nuestra ciudadanía celestial. Es necesario que hoy, todos los hijos de Dios que estamos en el mundo, vivamos como ciudadanos celestiales, hasta que el Rey Jesús regrese y nos dé la libertad.

Ejemplos y enseñanzas de los reyes.

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