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TODO EL CAPÍTULO 53 DE ISAÍAS ES IMPACTANTE, pero la frase: «El Señor I descargará sobre él todo el peso de nuestros pecados» me deja anonadado. ¿Alcanzas a ver la profundidad del texto?
El pecado y los actos pecaminosos de todos nosotros fueron cargados sobre Jesús. Cada vez que hicimos nuestra voluntad por encima de la voluntad divina, cuando no quisimos perdonar y alimentamos el rencor, toda hipocresía, envidia, mentira, malos pensamientos, odio y malas palabras: todo fue puesto sobre Jesús.
Además, aquellos pecados que nuestra sociedad condena, también fueron puestos sobre Jesús. Los asesinatos, homicidios y genocidios; los robos, fraudes, los abusos y las violaciones; la corrupción y maldad, el abuso de poder para obtener riquezas: con todo esto cargó Jesús al morir en la cruz.
Yen tu caso, ¿te encuentras identificado con algunos de los pecados mencionados? ¿Tienes otros que no cité? ¿Todavía sientes vergüenza de ellos? No desesperes. La Escritura nos dice que Jesús es el único y suficiente sustituto. Todo tipo de pecado, no importa cuán abominable sea o cuán escondido se cometió, todo fue puesto sobre Jesús. Él tomó nuestro lugar al morir y cargó con nuestros pecados para que nosotros por fe en sus méritos, tuviéramos la esperanza de la vida eterna. Eso es sustitución.
Elena G. White habla sobre la sustitución y lo expone con notable claridad: «El perdón y la justificación son una y la misma cosa. Mediante la fe, el creyente pasa de la posición de un rebelde, un hijo del pecado y de Satanás, a la posición de un leal súbdito de Jesucristo, no en virtud de una bondad inherente, sino porque Cristo lo recibe como hijo suyo por adopción. El pecador recibe el perdón de sus pecados, porque estos pecados son cargados por su Sustituto y Garante. El Señor le dice a su padre celestial: "Este es mi hijo. Suspendo la sentencia de condenación de muerte que pesa sobre él, dándole mi póliza de seguro de vida --vida eternaen virtud de que yo he tomado su lugar y he sufrido por sus pecados. Ciertamente, él es mi hijo amado". De esa manera el hombre, perdonado y cubierto con las hermosas vestiduras de la justicia de Cristo, comparece sin tacha delante de Dios» (Reflejemos a Jesús, p. 66).
Qué gozo sentiremos en la eternidad, cuando al mirar a Jesús a los ojos, le podamos decir: «¡Gracias por ocupar mi lugar!».
Ejemplos y enseñanzas de profetas mayores.