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Misericordia con los que yerran

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Ya no hay en el país gente misericordiosa. Ya no hay una sola persona honrada. Todos están a la espera de matar a otros; todos le tienden trampas a su prójimo (Miqueas 7: 2).

HABÍAN PASADO 12 AÑOS desde que Sabina había abandonado la iglesia, pero ahora, junto a su esposo y sus hijos deseaba volver. A través de su madre llegué a su hogar, después de un diálogo formal, Sabina pasó a contarme la razón de su alejamiento. Siendo una adolescente quedó embarazada y aunque eso la llenó de felicidad, su iglesia, además de disciplinarla, la condenó y la ignoró. Miradas de censura, palabras cargadas de ironía y burlas por la espalda le hicieron sentir a Sabina que ese lugar no era para ella; finalmente, dejó de asistir a la iglesia.

Aunque ella había dejado de congregarse continuó orando e identificándose con las creencias adventistas y la conversación conmigo tenía el propósito de evaluar cómo sería recibida en esa iglesia.

Aunque la iglesia está para ayudar y levantar a los pecadores, quienes la componemos no siempre actuamos con la misericordia y el amor de Jesús. Así como en los tiempos del profeta Miqueas, también hoy existen cristianos que olvidan cómo se condujo Jesús con los que erraban y se extraviaban, y manifiestan falta de compasión y un espíritu permanente de censura.

¿De qué manera actuaba Jesús con aquellos que se equivocaban? «Cristo identifica su interés con el de la doliente humanidad. Condenó a su propia nación por su equivocado comportamiento con sus prójimos. El descuido o el abuso de los más débiles, de los creyentes más descarriados, él [Jesús] lo menciona como hecho a sí mismo. Los favores prodigados a ellos, los considera como conferidos a sí mismo. No nos ha dejado en tinieblas respecto a nuestro deber, sino a menudo repite las mismas lecciones mediante diferentes ilustraciones y bajo diversos aspectos. Lleva a los actores adelante hasta el último gran día y declara que el trato dado al más pequeño de sus hermanos es alabado o condenado como si hubiera sido hecho a él mismo» (Elena G. White, El ministerio de la bondad, p. 26).

Jesús invita a cada miembro de la iglesia adventista a tener misericordia por los que yerran. La disciplina bíblica sin el amor de Cristo, solo arroja al pecador a los brazos del enemigo. Cuando la disciplina y la censura eclesiástica son aplicadas con la compasión de Jesús, la disciplina se convierte en un instrumento de salvación. Las críticas, las burlas y los comentarios a las espaldas solo aumentan el dolor del que erró e invalidan la acción restauradora del Espíritu Santo.

Ejemplos y enseñanzas de profetas menores.

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