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Vuelve a Dios

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Israel, ¡vuélvete al Señor tu Dios! ¡Por causa de tu pecado has caído! (Oseas 14: 1).

DE ACUERDO A LAS SAGRADAS ESCRITURAS, hay varias razones por las queDios permite que sus hijos tengan problemas y tribulaciones. Una de esas razones (que a su vez, resulta ser la más edificante), es para que el carácter de los santos se perfeccione.

En la historia del pueblo de Israel vemos que Dios permitía que las naciones enemigas invadieran las tierras israelitas, llevaran cautivos a niños y jóvenes y les causaran pérdidas financieras con el único propósito de que ellos, los israelitas, abandonaran los dioses ajenos y se volvieran al Dios de sus padres.

Quienes formamos parte del pueblo adventista, el Israel espiritual de este tiempo, también somos probados por Dios para que nuestro carácter se asemeje a Jesús y volvamos a él. En numerosas ocasiones la vida espiritual se vuelve rutinaria, monótona y hasta se pierde el sentido de cada actividad religiosa. Leer la lección de Escuela Sabática, asistir los sábados al templo, orar y leer la Biblia; devolver diezmos y ofrendas no tienen como centro a Jesús, sino que se hacen como una rutina espiritual. No se busca la perfección del carácter, sino que se los realiza como si fueran un fin en sí mismos.

Es ahí cuando Dios actúa y permite que lleguen los problemas, y esos problemas pueden ser una bendición si le permitimos a Dios que vuelva a ser el centro de nuestra vida, «El contacto con las dificultades les dará músculo y fibra espirituales. Se harán fuertes en Cristo si soportan el proceso probatorio [...] Las adversidades que nos suceden, nos suceden para probarnos. El enemigo de nuestra alma está trabajando continuamente contra nosotros, pero se nos revelarán nuestros defectos de carácter, y cuando nos sean evidentes, en vez de criticar a otros, digamos: “Me levantaré e iré a mi Padre"» (Elena G. White, Ser semejantes a Jesús, p. 204).

Cada problema que llega a nuestra vida debería llevarnos a escuchar la voz de Dios que nos dice: «¡Vuélvete al Señor tu Dios!». En el texto del versículo de hoy es el mismo Señor que nos llama para volver a él. En la cita de la mensajera del Señor, es la decisión ya tomada del hijo pródigo que dice: «Me levantaré e iré a mi Padre» (Luc. 15: 18). Pero en ambos, la invitación es la misma: ir a Dios.

El Padre celestial te está esperando con los brazos abiertos. ¿Aceptarás la invitación? No lo hagas esperar.

Ejemplos y enseñanzas de profetas menores.

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