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YA ANCIANO, PABLO pasó preso algunos años bajo arresto domiciliario. En esa casa conoció a Onésimo, un pagano que luego de escuchar del amor de Cristo, de su gran sacrificio y de su resurrección, lo aceptó como su Salvador.
Debido a su entrega, Pablo comenzó a ocuparlo como colaborador para esparcir el evangelio desde la casa, pero la situación legal de Onésimo le quitaba la tranquilidad. Tiempo antes de su conversión, Onésimo había sido un esclavo que servía a Filemón, pero por razones que desconocemos, huyó y luego se encontró con Pablo.
Pablo necesitaba la ayuda de otra persona, pero no quería utilizar a Onésimo sin el consentimiento de su amo, y es por esa razón que lo envió nuevamente a su señor con una carta en la mano, pidiéndole que se lo concediera porque le era útil.
Bíblicamente no sabemos cuál fue la respuesta de Filemón, pero podemos intuir que el cristianismo práctico que vivía lo llevó a concederle el pedido al anciano apóstol.
Dos características que poseía Filemón y que Pablo expresa en su carta son el amor y la fe al Señor Jesús. Amor y fe, dos frutos del Espíritu Santo que eran una realidad en este seguidor de Cristo. Podemos imaginar a Filemón de mañana muy temprano reunido con toda su casa para realizar el culto familiar. Su hogar, acostumbrado a la hospitalidad, daba allí alojamiento y alimentos a los predicadores itinerantes. En su trabajo la bendición divina se hacía palpable por la prosperidad que gozaba. Sabía dar órdenes, hacer negocios, pero siempre su sonrisa y buena disposición lo caracterizaban.
Quienes conocían a Filemón lo distinguían por su amor y por su fe. Amor hacia un Dios que no podían ver en ninguna imagen, pero que se observaba hacia sus semejantes. Todos: su familia, sus siervos, sus vecinos y todo el que lo rodeaba sentía y vivía el amor que Filemón impartía. Su fe demostraba una confianza absoluta en alguien llamado Jesús, uno que había vivido hacía un tiempo, que luego había muerto en una cruz romana, pero al que Filemón afirmaba que ahora estaba vivo. Por su fe en Jesús vivía, oraba y esperaba con ansias que ese Cristo regresara como lo había prometido.
Los registros bíblicos hablan del amor y la fe de Filemón. ¿Y qué dirán de nosotros los registros celestiales? ¿Qué pueden ver no solo los ángeles, sino también las personas que nos rodean? Dios nos ayude para que el amor y la fe sean características notables en cada adventista, así como lo fueron en Filemón.
Ejemplos y enseñanzas de personajes secundarios.