Regresar

Los dos remos del centurión

Play/Pause Stop
Ellos fueron a hablar con Jesús, y con mucha insistencia le rogaron: «Este hombre merece que le concedas lo que pide, pues ama a nuestra nación y nos ha construido una sinagoga» (Lucas 7:4-5).

CUANDO CRISTO REALIZÓ SU MINISTERIO EN TIERRAS DE CAPERNAÚM, hubo un centurión romano que dejó un ejemplo asombroso de obras y de fe. Por sus obras, dieron testimonio algunos dirigentes judíos. El centurión tenía un siervo enfermo y envió a estos dirigentes para solicitarle a Jesús que lo sanara. Ellos reconocieron ante Jesús que era digno de recibir lo que pedía, ya que los respetaba como nación y les había edificado una sinagoga.

Por su fe, dio testimonio Jesús. Él estuvo dispuesto a ir para sanar al siervo enfermo, pero el centurión no se creía digno de que Jesús entrara bajo su techo. Confiaba plenamente en la palabra de Jesús, ya que así como él tenía autoridad sobre otros soldados, creía que Jesús tenía autoridad con su palabra para curar cualquier enfermedad. Jesús, asombrado al escuchar la fe del centurión, expresó: «Quiero decirles que ni siquiera en Israel he hallado tanta fe» (Luc. 7:9).

Aunque algunos mencionan que hay tensión entre la fe y las obras, una lectura bíblica juiciosa demuestra que por el contrario, la fe y las obras deben ir unidas. Elena G. White lo expresó con la ilustración de una barca con dos remos. «Si somos fieles en cumplir con nuestra parte, cooperando con Dios, él obrará mediante nosotros su buena voluntad. Pero él no puede obrar mediante nosotros si no nos esforzamos. Si hemos de ganar la vida eterna, debemos trabajar y trabajar fervientemente [...] No nos engañemos por la afirmación que se repite con frecuencia: "Todo lo que tenéis que hacer es creer". La fe y las obras son dos remos que debemos usar igualmente si hemos de abrirnos camino aguas arriba contra la corriente de la incredulidad: "La fe si no tuviere obras es muerta en sí misma" (Sant. 2: 17]. El cristiano es un hombre de pensamiento y acción. Su fe afirma sus raíces firmemente en Cristo. Mediante la fe y las buenas obras mantiene su espiritualidad robusta y saludable, y su fortaleza espiritual aumenta a medida que se esfuerza para efectuar las obras de Dios» (El verdadero reavivamiento: la mayor necesidad de la iglesia, p. 47).

El centurión poseía los dos remos de una vida espiritual saludable, y de igual modo, los adventistas debemos tener una fe cabal y completa en Jesús, acompañada con poderosas obras que demuestren en Quién creemos. El cristiano sincero jamás debería tener tensión entre la fe y las obras.

Ejemplos y enseñanzas de personajes secundarios.

Matutina para Android