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Ladrón sin armas

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Pero no dijo esto porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella (Juan 12:6).

LOS HECHOS DE CORRUPCIÓN Y FRAUDE son tema recurrente en los medios. Reflejan el estado de una sociedad que desea el lujo, la ostentación y las riquezas, sin el esfuerzo cotidiano de un trabajo honrado.

No hace falta un arma y asaltar a alguien para ser un ladrón. Todo aquel que se aprovecha de la necesidad, ingenuidad o falta de conocimiento para sacar un lucro personal, está robando.

Como ejemplo, cito lo que les sobre «un padre que, tras perder a su hija adolescente en un accidente, fue a contratar su entierro a una conocida empresa funeraria. El padre le dijo al comercial de la funeraria que le atendió que quería incinerar a su hija y que la ceremonia debía ser lo más sencilla e íntima posible, pero el vendedor, viendo el dolor y oliendo la desesperación y culpabilidad que sentía el hombre, le puso el dedo en la llaga diciéndole que no podía hacerle ese desprecio a su hija, que ella se lo merecía todo y que si le hacía un entierro sencillo demostraba a todo el mundo que no la quería [...] En lugar de los 1000 euros que costaba, como máximo el entierro que pretendía, acabó pagando unos 9000 euros por un ataúd de lujo [...] ¡Que fue incinerado horas después!» (Pepe Rodríguez, Morir es nada: cómo enfrentarse a la muerte y vivir en plenitud, p. 302).

Judas era un ladrón sin armas. De los doce que Cristo había elegido, él era el tesorero, y cada tanto, cobrándose favores que él creía que deberían ser remunerativos, «sustraía de lo que se echaba» en la bolsa sin contarle a los demás. Es muy posible que él se creyera más astuto e inteligente que el resto, pero con su acción demostró ser el más necio, porque Jesús dio amplias evidencias que leía los pensamientos y las intenciones del corazón. Jesús siempre supo que Judas era un ladrón.

¡Qué tremenda enseñanza nos brinda la vida de Judas! Judas formó parte del grupo selecto de discípulos, realizó milagros cuando Jesús los envió de dos en dos y presenció prodigios extraordinarios realizados por el Maestro de Galilea. Sin embargo, teniendo esas oportunidades, no las aprovechó para que su corazón fuera transformado.

Al iniciar el día de hoy, permítele a Jesús y su poder transformador que obre en tu corazón. Estar en la iglesia no es garantía del nuevo nacimiento. Solo aceptar a Jesús cada día puede darte nueva vida y así vivir consecuentemente con tu fe.

Ejemplos y enseñanzas de quienes erraron.

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