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Grandes y Malvados Bárbaros

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«Durante los gobiernos de esos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido o conquistado Aplastará por completo a esos reinos y permanecerá para siempre» (Daniel 2:44, NTV).

En este día del año 378 d. C., los bárbaros visigodos atacaron a un gran ejército romano. Fue una batalla decisiva para las hordas bárbaras de Europa, y significó el principio del fin del Imperio Romano. Pero nos estamos adelantando a nuestra historia.

Habían pasado casi cuatrocientos años desde el nacimiento de Cristo, su muerte y resurrección, y la Iglesia Cristiana había conquistado el mundo conocido, incluido el Imperio Romano. Pero el Imperio Romano se estaba desmoronando. Los tiempos difíciles de la economía, junto con la corrupción en el gobierno romano, auguraban el desastre para el otrora invencible imperio de hierro.

Las tribus bárbaras del oeste ya estaban llamando a la puerta, y el ejército romano se había debilitado demasiado para hacerles frente con éxito. A los visigodos, ostrogodos y vándalos se les había presentado el cristianismo, pero preferían su propio tipo de cristianismo al de la Iglesia de Roma. Como resultado, pronto fueron tachados de herejes. Esto no ayudó mucho en su relación con los romanos.

Los visigodos habían obtenido permiso para establecerse al sur del río Danubio, pero estaban cansados de los romanos y de sus tácticas opresivas: cansados de sus impuestos, cansados de sus restricciones militares y cansados de su religión. Finalmente, a principios de agosto, los visigodos se rebelaron. Así que el 9 de agosto, Valente, el emperador romano de Oriente, ordenó un apresurado ataque contra los desprevenidos bárbaros. Esperaba sofocar la revuelta visigoda lo antes posible. La caballería visigoda estaba de caza, pero regresó a tiempo para enfrentarse al ejército romano. Los bárbaros montados se abalanzaron sobre la infantería romana que huía, masacrando a 20,000 hombres. Fue un desastre, y Valente nunca lo vio venir. De hecho, el propio emperador Valente murió en esa batalla.

Dios le mostró a Daniel el colapso de varios imperios, entre ellos el del Imperio Romano; y le dijo que Dios mismo establecería, después de todos aquellos imperios mundiales, un reino que duraría para siempre. Cualquier día de estos esperamos que Jesús venga en las nubes del cielo.

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