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Apagados

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«¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria!» (Isaías 60:1, 2, NVI).

Los estadounidenses de hoy saben que dependen excesivamente de la electricidad. La utilizan para las luces, los electrodomésticos, los televisores, los por tones de garaje y para casi todo, al parecer, en nuestro mundo moderno. Entonces, ¿qué haríamos si de repente nos quedáramos sin electricidad? Pues bien tuvimos la oportunidad de averiguarlo el 14 de agosto de 2003, cuando el mayor apagón de la historia de Norteamérica afectó al noreste de Estados Unidos y parte de Canadá. Veintiún centrales eléctricas se apagaron y 50 millones de personas se vieron afectadas, sobre todo las grandes ciudades como Nueva York. Cleveland y Detroit. Pasaron más de veinticuatro horas antes de que se pudiera restablecer completamente el suministro eléctrico.

El apagón también detuvo los trenes y los ascensores, y afectó a cosas tan simples como el servicio de telefonía móvil. Pero también afectó a cosas mucho más serias. En algunos casos hubo que posponer cirugías en los hospitales y suspender los vuelos en los aeropuertos. En lugares como Nueva York, el metro se paralizó durante más de dos horas. Los refrigeradores de los restaurantes se apagaron y la comida se echó a perder. El suministro de agua se interrumpió, e incluso las atracciones de los parques de diversión se detuvieron, dejando a la gente atrapada en el aire. Solo la ciudad de Nueva York estimó el costo del apagón en más de 500 millones de dólares. Afortunadamente, se produjeron muy pocos delitos durante ese tiempo.

Al principio se pensó que terroristas podrían ser los responsables del apagón, pero no fue así. El clima caluroso había sobrecargado los sistemas en todas partes, como suele ocurrir en agosto, pero ese tampoco parecía ser el problema. Nadie pudo precisar las razones exactas por las que las centrales eléctricas se habían apagado, y eso proveyó la oportunidad de examinar los principales defectos de la anticuada red eléctrica del país. Finalmente, un grupo de trabajo localizó el problema en una empresa eléctrica de Ohio llamada First Energy Corporation. Unos árboles excesivamente crecidos habían entrado en contacto con una línea eléctrica, desencadenando una serie de problemas que provocaron una reacción en cadena de apagones.

El incidente nos ha mostrado lo dependientes que somos de la electricidad. Pero dependemos aún más del poder de Dios. Si no fuera por Dios, la oscuridad espiritual cubriría el mundo por completo. Nuestro trabajo como cristianos es dejar que la luz de Dios brille en nuestra vida. Solo entonces los demás verán el amor de Jesús, y llegarán a conocer al Padre celestial.

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