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TEMA APRENDE A OBEDECER

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"SI USTEDES ME AMAN, OBEDECERÁN MIS MANDAMIENTOS" (JUAN 14:15, DHH).

A Tema no le gustaba obedecer. Siempre tenía sus propios planes y se las ingeniaba para salirse con la suya. Un día su papá lo llamó para que lo acompañara a recoger leña. Pero en lugar de obedecer, Tema se escondió detrás de un arbusto hasta que su papá se cansó de llamarlo y se fue solo.

Ahora que había logrado escaparse de su papá, Tema se fue corriendo a la casa de su amigo David. Siempre se divertían juntos. Pero se sorprendió al ver a David saliendo de la casa junto con sus padres.

-No puedo jugar hoy contigo -le dijo David-; una señora misionera nos invitó a una reunión para aprender de Jesús. ¿Quieres venir tú también?

-¿Quién es Jesús? ¿Vive en la aldea? -preguntó Tema.

-No, la misionera nos explicó que vive en un lugar llamado cielo.

-Está bien, iré con ustedes.

A Tema le encantó la reunión. La misionera no solo les habló del cielo, sino también de que Jesús vendría a llevar con él a todos los que lo amaban. ¡Y Tema quería ir también! La reunión terminó y la misionera invitó a Tema a la siguiente reunión, y le dijo que viniera con sus padres.

Y Tema volvió, pero solo. No les dijo nada a sus padres, porque si lo hubiera hecho, habría estado obedeciendo a la misionera, y a él no le gustaba obedecer a nadie. Pero luego de varias reuniones aprendió que Jesús quiere que lo obedezcamos porque así le demostramos que lo amamos. Tema meditó en eso y oro para que Dios lo ayudara a ser obediente.

Imagina la sorpresa de los padres cuando notaron que su hijo comenzó a cumplir con sus tareas y acudía rápido cuando se lo llamaba. ¡No entendían lo que estaba sucediendo! Cierto día, Tema estaba recogiendo leña con su papá cerca del río, cuando escuchó que le gritaba lo siguiente:

-Tema!¡Ven! ¡Corre tan rápido como puedas!

Tema obedeció sin vacilar ni cuestionar. Cuando llegó donde estaba su padre, vio que había un enorme cocodrilo donde había estado recogiendo leña.

-Es un milagro -dijo el papá-. Si no hubieras obedecido, no estarías vivo.

¡Qué maravilla! Aprender a obedecer le salvó la vida. ¿Tú qué piensas? ¿Vale la pena ser obediente? Gabriela

(Adaptación del relato "¿Valió la pena obedecer?", de Helena Welch, El Amigo de los niños, año 9, tercer trimestre de 1982, No 3).

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