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-¡NO ME DIGAS PEREZOSO! -exclamó Betito.
-¡Sí! ¡Eres un perezoso! -contestó Magui-. ¡No quieres ayudarme a barrer!
-¡Pero he recogido mis juguetes y mi ropa está en su lugar! –refutó Betito-. Además, no sé qué es un perezoso.
-¡Pues es un animal muy flojo! -dijo Magui.
La abuelita Rosita pasaba por allí, y escuchó la discusión que tenían los hermanitos. Entonces sacó un libro de animales, y buscó entre sus páginas un animalito que estaba colgado en una rama de un árbol, llamado perezoso.
-¡Ya ves! –exclamó Magui-. Te dije que es muy flojo.
-No, Magui, el perezoso no es flojo. Lo que pasa es que se alimenta de hojas, de tallos y de brotes. Como estos alimentos no son suficientes para mantenerlo activo, el perezoso debe distribuir sus energías; por eso su metabolismo es lento, al igual que él.
¡Ah! Yo pensaba que se la pasaba durmiendo y no hacía nada por flojo -dijo Magui.
-Cuando tu hermanito crezca podrá realizar todas esas cosas. Tú cuando estabas pequeña tampoco podías hacerlas y eso no significa que hayas sido como el perezoso -explicó la abuelita.
-Perdóname, Betito. Te prometo que ahora te enseñaré y te ayudaré a hacer las cosas que no puedas -dijo Magui.
Jesús desea que los niños cumplan con sus responsabilidades con el mejor esfuerzo que tengan.
Oremos:«Querido Jesús, gracias por darnos fuerzas para hacer la parte que nos toca cumplir en casa y en la escuela, lo mejor posible. Amén».