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FIFÍ ERA UN GATITO HERMOSO con su pelo color gris y de ojos verdes; su dueña era mi vecina Lore. Cada vez que lo veía, estaba lamiendo su cuerpo, sus patitas y terminaba con su cola. Cuando se lamía las patas, enseguida se pasaba una por su rostro, como queriendo asearlo.
Fifí caminaba entre la arena y se detenía más adelante para limpiarse. Para mí, era sorprendente ver a ese gatito lamerse, como queriendo estar siempre impecable. Entonces le pregunté a Lore si bañaba a Fifí con agua y jabón, porque me parecía que estaba sucio. Ella nos explicó que los gatos se acicalan porque no pueden sudar, ni jadear; y que también sirve para mantener una temperatura adecuada de su cuerpo, y mantienen su pelaje más suavecito.
Conozco a algunos niños que son lo contrario a Fifí ¡No les gusta bañarse! Mami les habla por mucho tiempo para meterlos a la ducha, y no hacen caso; otros lloran porque no les gusta. ¡Pobres niños! No saben que nuestra piel necesita agua y jabón para eliminar bacterias que quedan en ella diariamente.
Jesús también te limpia de todas las cosas malas que haces. A él debes decirle en oración lo arrepentido que estás y pedirle perdón. Verás cómo te sientes feliz.
Oremos:«Gracias, Jesús, porque siempre me perdonas cada vez que cometo un error. Limpia mi alma. Amén».