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PAULINA volteó el vasito donde estaba la avispa y comenzó a observarla. Contó seis patitas y tres alas, más una que le hacía falta... ¡cuatro! Dos antenitas, una cabeza...
-¡Aaaaaaayyyyy! -gritó.
La mamá bajó de inmediato al escuchar el grito. Paulina lloraba y se agarraba el dedo. Cuando vio que su mamá venía hacia ella, trató de disimular, porque sabía que la había desobedecido. Así que escondió su dedo y su gran dolor, y mamá le hizo una pregunta.
-¿Qué sucedió, Paulina?
-Nada, mami. Es que me lastimé con la punta del lápiz. Y mira, me quedó un hoyito que me duele mucho –trató de explicar entre sollozos.
-Paulina, dime la verdad. Sé que no te picaste con la punta del lápiz -debatió la mamá.
-¡Mami, perdóname! No te hice caso –declaró Paulina-. Es que yo quería jugar con la avispa. La saqué del vasito y me puse a verla... estaba contando las partes de su cuerpo y de repente me picó.
-Paulina, debes aprender a ser obediente y a decir la verdad. Estabas tan aferrada a jugar con la avispa que no escuchaste lo que te dije. Le faltaba un ala, mas no el aguijón -dijo la mami.
Jesús desea que siempre digas la verdad, pues él es nuestro Padre. Pero el enemigo es el padre de la mentira, y los que la dicen son sus hijos.
Recuerda que una mentira siempre se descubrirá tarde o temprano, y las consecuencias serán tristes para tu vida.
Oremos: «Querido Jesús, ayúdame a ser obediente y sincero. Amén».