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RON, EL CARACOL, estaba muy triste porque nadie lo esperaba para jugar con él, pues se desplazaba muy lento. Cuando sus amigos se ponían de acuerdo para jugar, ¡llegaba muy tarde!
Un día apareció un grillo muy saltarín, que al verlo tuvo compasión de él y decidió que lo llevaría en su espalda a todos lados. Pero como la concha de Ron pesaba mucho, no pudo cargarlo. El grillito no quería dejar a Ron, así que puso dos resortes en su gran pie, para que saltara rápido, ¡pero nada! Se le caían por la baba que Ron dejaba al desplazarse. Pasaron las horas y se le ocurrió una idea al buen grillito: le pondría unos agarradores en forma de chupones adherentes. ¡Eso fue peor! Se quedaba pegado en el piso. Entonces el grillito pensó que podían transportarlo en una hoja, jalado por él y otros amigos más. Ese día, Ron fue el insecto más feliz de aquel lugar. Agradeció tanto la compasión del grillito, que se convirtieron en los mejores amigos.
¿Sabías que Jesús se compadece de nosotros cuando sufrimos por alguna causa? Él siempre nos envía personas para que nos ayuden. Él se compadeció tanto por nosotros, que nos ha dado su amor. La próxima vez que alguien esté triste, compadécete de él y ayúdale a sentirse feliz y amado.
Oremos: «Querido Jesús, gracias por tu amor al enviar a personas que nos ayudan cuando más lo necesitamos. Deseo hacer lo mismo por otros. Amén».