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-AHORA, VENGAN. Les contaré una historia de otro traje especial –afirmó la abuelita-. Un rey hizo una gran fiesta de boda a su hijo, pero los invitados no fueron porque tenían muchos compromisos. Entonces el rey volvió a mandar a sus siervos a que invitaran a todos los que se encontraran en la calle sin importar quiénes fueran. ¡La fiesta de la boda se llenó de invitados! Y cuando el rey llegó a la fiesta, se dio cuenta de que uno de ellos no se había puesto el vestido real para la boda.
-¿Era un traje especial, abuelita? ¡No le dio tiempo de comprar uno! -respondió Susi.
-No, hijita. El rey les había regalado el traje especial para entrar y ese invitado no quiso ponérselo. Por eso, mandó a que lo sacaran de la fiesta -declaró la abuelita.
-¿Y a qué se refiere esa historia, abue? —preguntó Ada.
-¡Ah! Se refiere a la fiesta que tendremos con Jesús en el cielo, cuando todos los salvados estemos con él, festejando nuestra liberación de este mundo de pecado -comentó la abuelita.
-Abuelita, ¿qué vestido debemos ponernos para que no nos saquen de la fiesta con Jesús? –interrogó Ada.
-Ese vestido es un precioso regalo de salvación que Jesús ya te dio. Te lo pones cuando le entregas tu vida a él, al bautizarte.
-Yo amo a Jesús y deseo ponerme ese vestido especial declaró Susi.
Oremos: «Querido Jesús, deseo vestirme con el vestido especial que tienes para mí y participar de tus fiestas. Amén».