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PATY Y SUS PAPÁS miraban el mar desde un barco.
-¡Guau! -exclamó Martín-. ¡Miren ese pez que vuela!
Todos los niños se asomaron al mar para ver aquel pez. De nuevo, ¡el pez voló! Muy emocionados, se quedaron contemplándolo. De repente un pelícano cayó de picada sobre las aguas y, en el mismo instante, atrapó al pez en pleno vuelo. Se hizo un silencio absoluto en el barco. Nadie podía creer lo que había sucedido.
La naturaleza del pez es mostrarse dando saltos fuera del agua, pero ello conlleva a que sea cazado por algún ave. Esto me recuerda la historia de Sansón, que alardeaba de vencer en cualquier situación que se le presentara, pues tenía una gran fuerza. Un día, se creyó muy inteligente y decidió jugar con Dalila revelando el secreto de su fuerza. Esto entristeció a Dios y se alejó de Sansón, quien se volvió entonces débil, como cualquier hombre.
Sansón se me figura al pez volador, queriéndose lucir a cada momento. Pero no se daba cuenta de que, entre más jugaba, se convertía en un juguete del enemigo. Después de raparlo, los filisteos lo maltrataron. ¡Qué triste historia!
Amiguito, estoy segura de que Jesús te ha dado inteligencia y muchas otras habilidades. Utilízalas en su debido momento y no presumas de ello; al contrario, mantén una actitud de sencillez y de amor para los otros y enséñales a hacer las cosas. Verás cómo ellos te lo agradecerán.
Oremos: «Querido Jesús, mantenme humilde al usar los talentos que me has dado. Amén».