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DIOS NUNCA ME ABANDONARÁ

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«Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí». Salmo 27:10

Aquel día, con solo una caja de cartón debajo del brazo, abandono su casa para siempre. Había entregado su vida a Jesús hacía apenas un mes. Como sucede en muchos desafortunados casos de ignorancia e intolerancia religiosas, su madre lo había puesto entre la espada y la pared:

-Escoge, o tu familia o ese tal Jesús.

Y él había escogido a Jesús. Así que lo echaron a la calle con lo poco que tenía, que cabía en una caja de cartón. ¿Qué harías en una situación así? Él no vacilo. Sabía que enfrentaría situaciones difíciles: por Cristo estaba perdiendo a su familia, un techo, el sustento diario y la posibilidad de estudiar. Apenas tenía 16 años, pero no sentía miedo. Así que se dirigió al templo donde unas semanas antes había sido bautizado. Volteó a mirar el rostro de su madre, sus hermanos, sus primos y sus tías. Los extrañaría. Y luego se marchó.

Pasó un año completo durmiendo en las bancas de la iglesia o debajo de ellas. En ese tiempo disfrutó la soledad con Dios a través de la oración en el tejado de la iglesia. Allí muchas veces lloró buscando la dirección del Señor. Un día, el joven que lo invitó a la iglesia se enteró de lo que le estaba pasando y decidió acompañarlo en las noches hasta que sus padres le preguntaron por qué estaba durmiendo fuera de casa. Al explicarles lo que le sucedía a su compañerito, ellos invitaron al joven a vivir con ellos. De esa manera pudo seguir estudiando, tener una nueva familia y hasta consiguió ropa nueva gracias a la generosidad de los hermanos,

Al terminar la escuela, sintió el llamado para irse a la Universidad Adventista a prepararse para ser un pastor. Estudió con mucho sacrificio durante cuatro años. Muchas veces vio cómo Dios proveyó recursos mediante donaciones de desconocidos. Al finalizar su preparación todos sus compañeros recibieron un llamado para trabajar, pero él no. Sin desesperar, esperó y oro hasta que la respuesta divina llegó y fue empleado para servir como pastor asociado en una iglesia.

Hoy, 38 años después, no me arrepiento de haber escogido a Jesús. Él me bendijo y, de una caja de cartón, pasé a tener una hermosa familia y un ministerio que me ha bendecido y ha beneficiado a la iglesia. Querido joven, Dios nunca falla, él siempre cumple sus promesas, lo he experimentado en mi vida (más adelante te contaré más sobre mi testimonio personal). Por eso hoy te digo: «Que nada te haga desistir de tu fidelidad a @Dios. Sé firme y constante a pesar de las dificultades que encuentres en el camino».

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