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PROVISIÓN PARA LOS POBRES

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«No rebusques todas las uvas de tu viñedo ni recojas las uvas caídas; déjalas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor, el Dios de ustedes». Levítico 19:10

En Levítico 19, Dios da pautas para que su pueblo viva una vida santa en el diario vivir. En los versículos 9 y 1o Dios da un mandato interesante: una orden vertical, o sea dada por Dios, pero con aplicación horizontal, orientada hacia el prójimo y que muestra el interés que debe tener el pueblo de Dios por una mejor sociedad.

Un evangelista estaba impartiendo una campaña de evangelización en una población. La primera semana decidió visitar a los miembros de la iglesia. Primero visitó a los de un sector de la población y se sintió feliz al ver que aquellos hermanos eran los más ricos del pueblo. Vivían en casas muy cómodas y hermosas. Luego visitó otro sector de la población y encontró un cuadro muy deprimente. Aquellos hermanos eran extremadamente pobres. Vivían en casuchas elaboradas de cartón, latas y plásticos negros, y los pisos eran de tierra.

El siguiente sábado de tarde se llevó a cabo una reunión con los hermanos más adinerados. El pastor les hizo ver que era un mal testimonio para la comunidad el hecho de que mientras ellos vivían en abundancia, otra parte de la feligresía estuviera en condiciones tan deplorables. Ellos entendieron el mensaje y trazaron un plan para solucionar el problema. Crearon un fondo con dinero de todos y se propusieron cada cierto tiempo sacar a una familia de la miseria, construirle una mejor vivienda y crearle un negocio donde pudieran trabajar para ganar su sustento.

Los resultados fueron sorprendentes y generaron una reacción positiva en la comunidad. «Si tenemos la verdadera religión de la Biblia, sentiremos que es un deber de amor, bondad e interés el que hemos de cumplir para Cristo en favor de sus hermanos; y no podemos hacer nada menos que mostrar nuestra gratitud por su incomparable amor manifestado hacia nosotros mientras éramos pecadores indignos de su gracia, revelando un profundo interés y un amor abnegado por aquellos que son nuestros hermanos, y que son menos afortunados que nosotros» (El ministerio de la bondad, p.39). Joven que me lees, tú y yo podemos iniciar un proceso para restaurar a aquellos que lo necesitan. @Dios te dice hoy: «No tienes que ser millonario, basta con renunciar a un poquito de lo que tienes y compartirlo con otros».

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