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LA ABUELITA DE LOS CAMIONEROS

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«La oración eficaz del justo puede mucho». Santiago 5: 16, RV95

Su hija era dueña de un hotel para camioneros. Ella ayudaba allí de tanto en tanto. Era curioso ver a aquella dama en medio de corpulentos y rudos conductores de camiones. Ella los trataba con cariño, y muchos la consideraban una abuela; algunos, incluso, como si fuera la madre que nunca tuvieron. No obstante, les desagradaba que ella los hiciera arrodillar antes de abandonar sus habitaciones al iniciar sus viajes. Por eso, trataban de esconderse cada vez que estaban listos para partir. Pero ella se las ingeniaba para que no se le escaparan. Oraba por ellos, por los camiones, por sus familias y por la mercancía que transportaban.

David era uno de esos conductores que, aunque apreciaba la comodidad y la atención del hotel, se molestaba con la ancianita que solía obligarlos a orar. Aquel día haría un viaje por una ruta muy peligrosa, pero él había recorrido ese trayecto, así que se sentía confiado. Esperó que la anciana estuviera haciendo la siesta para escabullirse. Pero ella había encargado a la recepcionista que le avisara la salida de los conductores. Cuando él salió hacia su camión para marcharse, apareció la ancianita de la nada. Lo hizo bajar, arrodillarse al lado del camión y ella oro para que Dios lo protegiera y lo llevará sano y salvo hasta su destino.

Cuando terminó la oración se subió en su camión muy molesto y con la decisión de no regresar más a ese hotel. Se sentía ridículo. Inició su viaje y anduvo una buena parte del trayecto sin contratiempos. De pronto, en una zona peligrosa, un vehículo se le cruzó en la vía y descendieron varios hombres armados. Se subieron al vehículo y lo condujeron hasta una zona rural. Allí lo internaron en un monte con la orden de matarlo. Le quitaron la ropa y lo amarraron boca abajo. Los dos hombres encargados de matarlo discutieron un rato sobre quién se encargaría de dispararle, entonces se acordó de la oración de la anciana.

Repentinamente se escuchó ruido como si viniesen algunas personas, y esto obligó a los asaltantes a huir. Después de esperar un largo rato allí, logró soltarse y salir a la carretera. Lo recogió un vehículo que lo llevó de vuelta a la ciudad. Regresó al hotel, buscó a la ancianita y le agradeció por su oración. En pocas horas, el camión fue rescatado y también la mercancía, intacta. Desde entonces, nunca más un camionero salió del hotel sin una oración. Hoy @Dios te dice: «No te olvides de buscarme en oración antes de iniciar tus actividades diarias».

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