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Labán

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Labán, al oír hablar de Jacob, el hijo de su hermana, salió corriendo a recibirlo, lo abrazó, lo saludó con un beso y lo llevó a su casa. Luego Jacob le contó todo lo que había pasado» (Génesis 29: 13).

Labán era hijo de Betuel y hermano de Rebeca. La Biblia se refiere a él y su familia como arameos que vivían en Padán-aram. El lugar adonde acudió el siervo de Abraham en busca de una esposa para Isaac. Dios bendijo a Eliezer y lo condujo con esa familia que adoraba a Dios (Génesis 24:50). Además, era una familia hospitalaria y de un bello espíritu, pues ya sabemos cómo trató Rebeca a Eliezer y su disposición de darle de beber a los camellos, pero su hermano igualmente destacaba por estas nobles virtudes. En esa ocasión, Labán amablemente le dijo a Eliezer: «"Venga usted, bendito del Señor. ¡Cómo va usted a quedarse aquí afuera, si ya he preparado la casa y un lugar para los camellos!"» (Génesis 24: 31).

Del hermano de Rebeca podemos aprender e imitar estas dos cualidades. Lo más interesante es que Labán era hospitalario en su juventud, cuando Eliezer los visitó, pero aproximadamente noventa años después seguía distinguiéndose por esa cualidad aún, pues fue en ese momento que ocurrió lo que este versículo indica en cuanto a la generosidad manifestada a favor de Jacob.

Lo que no debemos imitar de Labán es su actitud engañosa y de avaricia que manifestó posteriormente en su trato con Jacob. En primer lugar, sacó ventaja del interés de Jacob por su hija Raquel, pues aunque Jacob fue claro en su interés por Raquel y su disposición a trabajar siete años, Labán le dio como esposa a su hija mayor: Lea. Labán sabía que Jacob tendría que permanecer otros siete años trabajando para él para recibir a Raquel como su esposa.

En total fueron 20 años que trabajó Jacob para Labán, catorce por sus hijas y seis años por su ganado, durante ese periodo diez veces Labán le cambió su salario. Intentó sacar ventaja en la reproducción del ganado y lo vio con sospecha cuanto la fortuna del patriarca se incrementó. Por consiguiente, Jacob decidió escapar de ese lugar. En medio de las tretas y los engaños, Jacob atribuyó su prosperidad a la bendición de Dios como parte fundamental del pacto. Justo veinte años antes, Jacob llegó con las manos vacías; ahora, salía con abundancia de bienes.

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