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La historia de Las dos hermanas no fue la mejor. Curiosamente, Jacob provenía de un hogar donde Su historia con Esaú tampoco fue la mejor. Lea representa la muchacha que tenía bajo autoestima, mientras Raquel tenía una alta autoestima que caía en la presunción; ambas estaban equivocadas en cuanto a la percepción de sí mismas. Me parece interesante como diferentes traducciones de la Biblia enfatizan la actitud o semblante de Lea. Por ejemplo, la versión nueva versión Internacional dice: «Lea tenía ojos apagados, mientras que Raquel era una mujer muy hermosa». Asimismo, la versión Nueva Traducción Viviente afirma: «No había brillo en los ojos de Lea, pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita».
Lea transmitía mediante sus ojos, en su mirada, poco entusiasmo, inseguridad e incertidumbre. ¿En qué momento Lea empezó a sentirse así? No. lo sabemos con exactitud, pero lo más probable es que desde niña. Seguramente, alguna persona adulta hizo comentarios precipitados acerca de ella, comentarios falsos, y ella dudó de sí misma. Es evidente que la contrastaban con la belleza de su hermana. La consecuencia fue una baja autoestima. Lo cierto es que las hermanas Lea y Raquel eran muy diferentes.
Tú puedes ser muy diferente a tus hermanos, pero no por eso vales más o menos que ellos, para cada uno Dios tiene reservados grandes y maravillosos planes de acuerdo a sus virtudes. Coloca desde ahora en las manos de Dios tus habilidades para que crezcan día a día, además, con tu personalidad santificada por Dios siempre serás una bendición para los que te rodean. Jesús mencionó en el Sermón del Monte que la lámpara del cuerpo es el ojo (Mateo 6: 22). Es decir, nuestros ojos reflejan nuestro estado de ánimo, nuestros pensamientos, como percibimos a los demás y cómo nos percibimos a nosotros mismos. Si los ojos están «vivos», nuestra perspectiva para enfrentar los desafíos será optimista y confiada. Por otra parte, los ojos apagados o sin brillo implican lo contrario.
No importa quién eres o cómo te sientas hoy, puedes distinguirte por el brillo de tus ojos que es el resultado directo de ver a Jesús y confiar en él. Nunca dependas de lo que otros piensen o digan de ti.