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Dios nos ve, no importa dónde estemos. Nos oye, cuál sea nuestra petición. Nos ayuda, por desafiante que sea el problema. Además, nos recuerda sus promesas y las promesas que nosotros le pronunciamos para así permanecer en el pacto. Todo esto ocurrió con Jacob. Dios vio cómo Labán empezó a engañarlo, así que intervino. Le dijo: «Me he dado cuenta de todo lo que Labán te ha hecho» (vers. 12). Por consiguiente, el Eterno le indicó que era el momento de salir de ese lugar, después de veinte años: «"Regresa a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, y yo te acompañaré"» (vers. 3).
Veinte años antes, Jacob durmió a campo abierto con una piedra como almohada, en esa ocasión Dios se manifestó mediante el sueño de la escalera por la cual ascendían y descendían los ángeles. Cuando Jacob despertó, tomó la misma piedra y derramó aceite sobre ella, símbolo de que ese lugar quedaba consagrado a Dios, entonces le hizo una promesa a Dios: «Siempre te daré [...] la décima parte de todo lo que tú me des»> (Génesis 28: 22). Jacob prometió fidelidad a Dios mediante el diezmo en un momento en que no tenía ninguna propiedad o riqueza consigo. Dios aceptó la promesa de Jacob. La disposición de Jacob demostraba que reconocía a Dios como su protector y benefactor. Tú también puedes decidir en tu corazón, desde ahora, darle a Dios el diezmo de tus ganancias. No tienes que esperar a tener dinero para entonces decidirlo.
Durante la estancia de Jacob en Padán-aram acumuló mucha riqueza. La Biblia dice: «<De esa manera Jacob se hizo muy rico y llegó a tener muchas ovejas, esclavos, esclavas, camellos y asnos» (Génesis 30: 43). Dios había cumplido su parte, por veinte años lo cuidó y lo prosperó, ahora le permitía regresar a su tierra. Era el momento en que el patriarca si podía cumplir su promesa y honrar a Dios con sus diezmos.
Actualmente, lo honramos también cuando cumplimos nuestros votos. Mediante los diezmos y las ofrendas lo reconocemos como nuestro Creador y dueño de todo. Asimismo, como nuestro Salvador, pues dio lo más grande y valioso, a su Hijo para que muriera en la cruz.