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La Reivindicación De José

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Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante del faraón, el rey de Egipto; y salió José de delante del faraón y recorrió toda la tierra de Egipto» (Génesis 41: 46).

El cuadro que describe la Biblia de José en la parte final del capítulo 41 simboliza el futuro de todas las personas que deciden ser fieles a Dios. Ese futuro se cristalizará en ocasión de la segunda venida de Jesús.

José tuvo su primer hijo y lo llamó Manasés que significa: «Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos, y a toda la casa de mi padre» (vers. 50). Indudablemente, José aún recordaba a su familia. Lo que olvidó fue el mal que le causaron sus hermanos. Por lo tanto, determinó en su corazón perdonarlos, aun sin saber si los volvería a ver. Es decir, no se amargaría su existencia por lo que había ocurrido trece años atrás. Su decisión fue sabia. En este aspecto la Biblia nos pone «la vara muy alta», pero alcanzable con la ayuda divina. La conducta y actitud que debe caracterizarnos como cristianos es la siguiente: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia» (Efesios 4: 31).

En la reivindicación de José, el faraón le dio un anillo que representaba autoridad. Trece años antes sus hermanos lo despojaron con violencia de la túnica; ahora, el faraón le colocó un manto y un collar de oro. Además, un carruaje, un nuevo nombre, una esposa y el reconocimiento de todos los ciudadanos. La influencia de José iba a trascender las fronteras de Egipto. Actualmente, cuando aceptamos a Jesús, Dios nos concede un nuevo corazón y su manto de justicia. Asimismo, la conducta cortés y bondadosa se ejemplifica con una nueva vestidura. El apóstol Pablo escribió a los colosenses, en donde se refirió así a la vestidura: «Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto» (vers. 14).

Por otra parte, el trato del faraón a José representa nuestro futuro glorioso con Jesús. Como José, más de uno puede atravesar el desierto, la injusticia, las falsas acusaciones y aun la prisión, pero siempre podemos ser fieles a Dios. Entonces, Dios nos vindicará ante el universo, nos concederá una nueva vestidura, una corona de oro, un nuevo nombre; nos sentaremos en tronos, Dios mismo nos ofrecerá el fruto del árbol de la vida y tendremos por siempre acceso al Santuario celestial.

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