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Amram Y Jocabed

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«Al abrir el canastillo y ver que allí dentro había un niño llorando, la hija del faraón sintió compasión de él y dijo: "Este es un niño hebreo"» (Éxodo 2: 6).

Amram y Jocabed son los padres de Moisés (Éxodo 6: 20). Cuando nacieron María y Aarón las circunstancias eran más favorables, caso contrario en ocasión del nacimiento de Moisés. La historia de hoy nos recuerda que no podemos lograr nada sin Dios, sin preparación y sin nuestra familia. Moisés llegó a ser un gran líder, más previamente dependió de Dios y asistió a la escuela en donde fue un alumno brillante. Esteban mencionó: «Moisés fue instruido en la sabiduría de los egipcios» (Hechos 7:22). Además, su familia actuó como un fabuloso equipo. Sus padres solamente pudieron esconderlo tres meses (Hebreos 11: 23), pero no se rindieron. Su madre tuvo la idea de colocar a su hijo en una canastilla que ella misma fabricó. Quedó perfecta, de tal manera que el agua no la penetrara. ¿Te puedes imaginar su tristeza al colocar la canasta en el río? Pensó que nunca volvería a ver a su hijo. Por otra parte, visualicemos a María, la hermana de Moisés. Ella se escondía tras un arbusto y luego detrás de otro conforme la corriente hacía avanzar la canastilla. Lo hacía con mucho disimulo, no quería llamar la atención y despertar alguna sospecha. Finalmente, la hija del faraón vio la canastilla, la abrió y se encontró con la sorpresa del bebé. Sin perder tiempo, María acudió y sin revelar su identidad, ofreció los servicios de Jocabed para que criara al bebé. Desde luego, nada de esto fue casual, Dios dirigió los pensamientos de Amram y Jocabed para arriesgarse a colocar la canastilla en el río; le dio gracia a María para sugerirle a la princesa qué hacer; condujo los pasos de la princesa al lugar exacto justo en el momento en que la canastilla pasaría.

Entonces, ya en casa, Jocabed aprovechó cada instante para enseñarle a Moisés el amor de Dios, a qué pueblo pertenecía y cuál era la esperanza que compartían: salir de Egipto para heredar Canaán. Moisés aprendió bien las enseñanzas de su madre, de tal manera que cuando acudió a la escuela y los maestros le enseñaron acerca de los múltiples dioses egipcios, no pudieron borrar las enseñanzas que ella le había transmitido. Dios, la familia y la escuela prepararon a Moisés para los mayores desafíos de su vida.

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