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Contentamiento

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No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca» (Éxodo 20: 17).

El décimo mandamiento destaca cómo debemos sentirnos: contentos y satisfechos con lo que Dios nos da. Por otra parte, codiciar significa tener un vivo deseo por poseer algo que no tenemos. A diferencia de los demás mandamientos, esta orden tiene que ver con lo que pensamos, no implica alguna acción. Por lo tanto, Dios ve qué hay en nuestros pensamientos, sabe cuáles son nuestros impulsos y motivos. Para Dios son más importantes nuestros pensamientos que nuestras acciones.

Este mandato promueve el espíritu de gratitud que debe caracterizar a todo cristiano. Malamente, muchos se encaprichan por tener lo que no pueden, o ni siquiera deben tener, y están dispuestos a mentir, robar, traicionar o ser deshonestos con tal de conseguirlo. En cambio, podemos agradecer constantemente a Dios por las bendiciones que nos concede. Albergar codicia en nuestros corazones favorece el desarrollo de la avaricia, posteriormente, esta se convierte en idolatría. Por desobedecer este mandato, muchos incurren en transgredir los cuatro mandamientos anteriores. El autor de la Carta a los Hebreos escribió lo siguiente: «No vivan preocupados por tener más dinero. Estén contentos con lo que tienen, porque Dios ha dicho en la Biblia: "Nunca te dejaré desamparado"» (Hebreos 13: 5, Traducción en Lenguaje Actual).

Agradece a Dios por lo todo lo que te da, incluso comparte las bendiciones que te ha otorgado, así evitamos que la envidia se apodere de nuestros pensamientos. Recuerda que la felicidad no consiste en lo que tenemos, sino en lo que somos: hijos de Dios. ¡Nunca te dejes dominar por el deseo de tener lo que otros tienen! Reconoce que todo lo que le pertenece a otra persona debe considerarse sagrado.

No te dejes influenciar por la publicidad que ensalza el materialismo y el narcisismo al punto de desear vestir lo último de la moda y usar el más reciente de los teléfonos inteligentes. Estos pensamientos fomentan la envidia y esta conduce a la baja autoestima, la soledad y la tristeza. En realidad, algunas cosas las tendrás en el momento oportuno y otras no, pero lo importante es vivir agradecido y contento. Según el apóstol Pablo, basta tener ropa y comida para contarnos entre los afortunados (1 Timoteo 6: 8).

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