Regresar

Nadab Y Abiú

Play/Pause Stop
El Señor se manifestó con gran esplendor a todo el pueblo: salió fuego de la presencia del Señor y consumió el animal que iba a ser quemado y las grasas que estaban sobre el altar» (Levítico 9: 23-24).

Levítico 9 termina con una celebración, pero el capítulo 10 comienza con una tragedia. El fuego ardía en el altar de los sacrificios y era exclusivamente para consumir a los animales. En ocasiones especiales descendía del cielo, enviado por Dios, para consumirlos. Esto representaba la aprobación divina de una ofrenda. El incidente que comenta los versículos de este día se refiere a que Aarón obedeció cabalmente la orden de Dios, presentó al Señor una triple ofrenda: por el pecado, otra como holocausto y una más como ofrenda de paz, entonces el fuego descendió como muestra de aprobación.

Si Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, hubieran obedecido lo que Dios estableció, otra hubiera sido la historia. Ellos desacataron la autoridad divina, ofrecieron lo que no les correspondía, ese era deber de su padre. Además, los instrumentos que usaron no estaban designados para esa función, pues solo el brasero de su padre había sido consagrado para ese propósito. Por si eso no bastara, no era el día indicado (ni siquiera para Aarón) para ofrecer ese incienso.

Colocar en el brasero incienso y fuego por las personas no indicadas, en braseros no destinados para ese fin, el día equivocado, resultó en una mezcla confusa y en un acto distante del ideal divino. Esto atrajo el fuego que destruyó a los hijos de Aarón. Ellos actuaron por cuenta propia y no buscaron glorificar al Señor. Dios espera que nos dejemos guiar en cuanto a cómo adorarlo. Anhela que seamos reverentes con todo lo que ha dispuesto como sagrado. Actualmente, es importante recordar que ha establecido un día especial para adorarlo: el sábado. Igualmente, un sacerdote perfecto: Jesucristo. Y la ofrenda perfecta para saldar nuestra deuda del pecado: la muerte de su Hijo. Cualquier adoración que excluya lo que Dios ya dispuso es irreverencia.

De acuerdo a la Biblia, la obra de Dios puede compararse a los efectos del fuego, pero no es su plan destruir a nadie. Su función implica eliminar las deficiencias de nuestro carácter; es decir, purificarnos como un metal puede limpiarse por el calor del fuego. En la medida en que nos entregamos a Dios, el Señor se agrada y derrama en nosotros el Espíritu Santo.

Matutina para Android